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"Mi casa no se quiere caer": las demoliciones tras el sismo dejan a cientos de mexicanos pobres sin hogar

En Jojutla, el municipio del estado mexicano de Morelos más afectado por el terremoto, las demoliciones comenzaron al día siguiente de la tragedia. Los damnificados no van a los refugios: duermen en las calles, frente a las ruinas de sus casas, por miedo a posibles saqueos.
22 Sep 2017 – 12:09 PM EDT
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JOJUTLA, México.- Todo lo que no destruyó el terremoto el martes en Jojutla, en el estado mexicano de Morelos, lo está arrasando Protección Civil con sus máquinas entre miércoles y viernes. En la calle 20 de la colonia Zapata, Mercedes Campos espera que Protección Civil acabe con la casa vecina —donde murió dormida su tía política, la esposa del barbero— para que terminen de echar abajo la suya.

“Desde anoche la están queriendo tumbar y no han podido. No se quiere caer mi casa. Lo de abajo colapsó pero el segundo y tercer piso está ahí, firme, se quiere quedar”, dice la señora Campos, sentada tras la cinta amarilla de seguridad, con los pies y las chanclas curtidos de polvo y la cartera aferrada al cuerpo.


Jojutla quedó a 70 kilómetros del epicentro del terremoto de magnitud 7.1 que sacudió México el 19 de septiembre y fue la ciudad que más daños sufrió en todo el estado de Morelos. En este municipio de poco más de 50,000 habitantes, 17 personas murieron y 250 viviendas y 50 comercios quedaron destruidos.

Hay cuadras enteras de portales chuecos, muros estallados y casas totalmente aplastadas.El enorme daño se debe en gran parte a que los hijos de Jojutla alzaron apartamentos de concreto sobre las casas de adobe construidas por sus padres hace 50, 60 años.

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Es lo que le pasó a Mercedes Campos y al centenar de vecinos de la calle 20 de Zapata que vigilan los trastes de la cocina, las neveras y los muebles que lograron salvar antes de que las palas mecánicas comenzaran el trabajo.

La mayoría de los damnificados se niega ir a los cinco refugios habilitados en la ciudad y prefieren dormir frente a los restos de su casa, regados por la calzada.

Campos tenía en casa una venta de papelería y regalos, toda la mercancía quedó atrapada dentro y ahora teme que los bandidos vengan a robar.


“No faltaba que se metiera alguno, que pueda haber un saqueo. Hay mucha delincuencia en esta colonia. Asalto, robos, extorsiones, secuestros, de todo un poco. Hay mucho secuestro, en especial a carniceros”, cuenta la mujer. “Nos han llegado a cobrar 5,000 pesos dizque por cuidarlo a uno, y al esposo de mi hermana lo secuestraron y tuvieron que vender carros, terrenos y pagar su milloncito para que no lo mataran”.

Dicen que son “Los Rojos” —un cártel liderado por “El Carrete”— los que operan aquí. En la madrugada del 23 de junio, repartieron los restos de un hombre desmembrado en tres bolsas, que dejaron en tres puntos de la ciudad. Tal vez por eso los pocos soldados de la Marina que rondaban este jueves por Jojutla iban armados de fusiles y no de picos y palas para mover escombros, como andan los que se ven en Ciudad de México, la capital.

Para la gente de Jojutla, Dios es capaz de lo más terrible y lo más divino.

“Y ese día (del terremoto), Dios me mandó a que fuera al mercado a traer lo de la comida. Que si no, aquí me hubiera yo caído”, dice la enfermera jubilada María Guadalupe Barrios, señalando la esquina llena de escombros donde guisaba y lavaba trastes todos los mediodías, justo a la hora de estalló el temblor. “Las cazuelas y mi molcajete deben estar ahí”.

En cambio Dios quiso que Albina Laguna —la mujer de 35 años que planchaba a esa hora en casa de doña Lupe— muriera aplastada por los muros y el techo del apartamento de la segunda planta. “Le planchaba a toda la familia. Yo no la vi porque no tuve ese valor. Pedí ayuda nada más para que me ayudaran a bajarla. Ya estaba muerta. Nada más se la llevaron al hospital para certificar la defunción”.

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