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Detector de Mentiras

Brasil vive un drama en medio de un delirio por sobredosis de ‘fake news’

Cuatro años de mentiras sobre el proceso electoral, sumados a una semana de intensa difusión de noticias falsas, llevó a miles de bolsonaristas a invadir y causar destrozos en las sedes de poderes públicos en la capital de Brasil. En esta edición de "Crónicas de la Desinformación" analizamos este triste episodio.
Publicado 15 Ene 2023 – 12:53 PM EST | Actualizado 15 Ene 2023 – 12:53 PM EST
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Las escenas vistas el pasado 8 de enero en Brasilia recuerdan las observadas durante el asalto al Capitolio en Washington DC en 2021. Crédito: Arte: Arlene Fioravanti.

Una vez más, el mundo pudo comprobar qué pasa cuando la desinformación, la mentira descarada y el odio son los principales ingredientes en la dieta informativa de parte de la población de un país. Da igual donde esté el país.

Las escenas de horror emitidas el domingo 8 de enero desde Brasilia, la capital de Brasil, recuerdan muchas de las observadas en Washington DC el 6 de enero de 2021. Nuevamente, una muchedumbre descontrolada de golpistas –gente que cree que las elecciones han sido fraudulentas y que hace falta librar a su país del comunismo– invade y destruye edificios públicos. En Washington DC fue el Capitolio; en Brasilia, el palacio de gobierno, la Corte Suprema y el Congreso Nacional.

¿Y cómo nace un ataque de este tipo?

Primero, hace falta liderazgo: alguien que salga en la prensa, que tenga fuerza en redes sociales y que esté dispuesto a ignorar los hechos más evidentes, sembrando desconfianza en el proceso electoral de un país. En esto los expresidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro son iguales.

Siguiendo los pasos de su compañero conservador, que pasó años promoviendo ataques a los votos por correo, el ultraderechista brasileño inauguró las críticas a las urnas electrónicas de Brasil (utilizadas desde 1996 sin ninguna señal de fraude) poco después de su toma de posesión.

Ya en 2019, Bolsonaro empezó a decir que el recuento de votos de 2018 había estado mal (lo que es falso) y que él había ganado en primera vuelta (lo que es una mentira). Así que Brasil tuvo, durante cuatro años, un presidente que repetía –sin jamás enseñar una prueba– que uno no se puede fiar del proceso electoral. Nadie lo paró.

El segundo paso para que haya ataques como los de Washington DC y Brasilia: la existencia de una red de difusión de bajo perfil en redes sociales y también en apps de mensajería. En Estados Unidos, grupos de Facebook se mantuvieron por años alimentando movimientos antidemocráticos como MAGA y QAnon. En Brasil, fueron miles de grupos de WhatsApp y Telegram, sumados a horas y horas de videos de YouTube, TikTok y Kwai, además de estaciones de radio y páginas web cuyo periodismo lograba ser aún menos imparcial que el de Tucker Carlson en Fox News.

El tercer paso del golpismo exige creación de contenidos –de forma casi frenética– para alimentar esos grupos. Y la prueba de esto se encuentra en lo que pasó entre el día 1 de enero de 2023, cuando el nuevo presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tomó posesión del cargo, y el 8 de enero, cuando la capital fue atacada por vándalos. En este período, por lo menos tres grandes mentiras se viralizaron en grupos bolsonaristas.

Una de las mentiras decía que Bolsonaro había firmado un decreto antes de dejar el gobierno, pasando el Poder Ejecutivo a uno de los militares más cercanos a él, el general Augusto Heleno. Los ultraderechistas estaban seguros de que los militares tomarían el poder el 3 de enero, lo que obviamente nunca pasó.

También surgieron mentiras sobre el decreto antiarmas de Lula. El 2 de enero, el nuevo presidente redujo el número de armas que cada coleccionista brasileño puede tener, de las 15 autorizadas por Bolsonaro a solo cinco. Y miles de cadenas de mensajes se viralizaron diciendo que ya no sería posible "defenderse del comunismo", que la propiedad privada estaba en riesgo y que los criminales se aprovecharían de esta reducción.

La última fake news (noticia falsa) que impulsaron los seguidores de Bolsonaro para ir a Brasilia fue la que decía que la Fiscalía General crearía una unidad especializada en detectar desinformación y que esto sería el nuevo Ministerio de la Verdad. Algo que surgía para acabar con la libertad de expresión en Brasil.

Sumando todo esto a la sobredosis de mentiras sobre el proceso electoral, el resultado fue la destrucción. El 8 de enero, esculturas históricas del paisaje creado por el arquitecto Oscar Niemeyer fueron vandalizadas, pinturas (entre ellas una de Emiliano Di Cavalcanti) fueron rotas y centenares de puertas, muebles y armarios quedaron inutilizados. Documentos oficiales desaparecieron, igual que armas de los gabinetes de seguridad institucional. La lista todavía crece, a medida que los funcionarios intentan retomar el trabajo.

Y se equivocan aquellos que piensan que la detención de más de 1,100 golpistas haya tenido algún impacto en el bolsonarismo o en el volumen de desinformación que producen.

Igual que pasó en Washington DC, el intento de golpe en Brasilia no fue exitoso –y los bolsonaristas necesitan explicar por qué. Así que crecen en grupos de WhatsApp y Telegram, en canales de YouTube, Tiktok y Kwai, insinuaciones sin pruebas de que quienes invadieron y destrozaron Brasilia eran “izquierdistas infiltrados”, que la derecha no acepta el desorden. Ignorando todas las pruebas visuales (videos y fotos), la rueda de la locura sigue, enloqueciendo a todos.

En un texto publicado un día después de los ataques, The New York Times aporta un análisis brillante. Es verdad que las democracias de Latinoamérica pasan por momentos difíciles. Perú, Venezuela, los países de Centroamérica… Pero la democracia de Brasil enfrenta un ingrediente único: el delirio pleno en el que vive buena parte de su población. ¿Cómo hacer frente a esto? Nadie lo sabe.

Cristina Tardáguila es brasileña, directora de programas de ICFJ y fundadora de la Agencia Lupa.

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