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Detector de Mentiras

Las lecciones de la entrevista Putin-Carlson: chequear y prevenir la desinformación

Fact-checkers de múltiples países trabajaron arduamente para develar las mentiras dichas por el presidente ruso durante su entrevista con el periodista estadounidense, pero la repercusión en redes sociales de sus hallazgos fue limitada. En esta columna “Crónicas de la desinformación”, analizamos una estrategia alternativa para enfrentar este desafío informativo.
Publicado 18 Feb 2024 – 10:12 AM EST | Actualizado 18 Feb 2024 – 10:12 AM EST
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"Muchas de las mentiras dichas por Putin –y nunca rebatidas por Carlson– no son nuevas". Crédito: Arlene Fioravanti Müller (arte).

El 8 de febrero de 2024, cuando el periodista estadounidense Tucker Carlson, famoso y controversial expresentador del canal de televisión Fox News, saludó al presidente ruso, Vladimir Putin, en Moscú, dando inicio a una entrevista de más de dos horas, al menos 40 verificadores de datos de siete países estaban conectados en línea, listos para trabajar de forma colaborativa vía Slack. Querían servir de obstáculo para la difusión de las falsedades que podrían salir de allí. Pero, una semana más tarde, no está claro si lograron alcanzar su objetivo.

Al contrario de lo que suele pasar en debates electorales, ningún verificador de datos profesional tuvo los recursos, el tiempo o el conocimiento suficiente para desmentir a Putin (y quizás a Tucker) en directo. Los primeros chequeos extraídos de la entrevista, que más parecía una charla entre dos amigos, salieron a la luz en la mañana del día siguiente (para quienes están en Estados Unidos).

Los fact-checkers de VoxCheck, de Ucrania, publicaron, el 9 de febrero, un amplio y detallado artículo que abría dos frentes de batalla. Primero, puntualizaba los errores y contradicciones de Putin sobre la creación de Ucrania. Ironizaba, por ejemplo, sobre el hecho de que, hasta hace poco tiempo, el presidente ruso solía decir que el revolucionario Vladimir Lenin había sido el creador de Ucrania y que, en la entrevista con Carlson, Putin había pasado a atribuir ese falso título al ex primer ministro Joseph Stalin. En realidad, ninguno de los líderes comunistas tiene nada que ver con el surgimiento del país actualmente gobernado por Volodymyr Zelensky.

Después, más adelante en el mismo artículo, VoxCheck calificaba el periodismo del entrevistador como poco imparcial y bastante favorable a Rusia. No le pareció correcto que Carlson cuestionara la "libertad" de Zelensky para negociar un acuerdo de paz, aun sabiendo que el mandatario ucraniano fue electo democráticamente en un proceso reconocido mundialmente.

También el 9 de febrero, el equipo de verificación de Open, de Italia, y el de elDetector, de Estados Unidos, publicaron su lista de engaños dichos por Putin en la entrevista. Ambos destacaron que el presidente ruso mintió al atribuir a Ucrania la responsabilidad de la actual guerra entre los dos países. Y que es falsa la idea de que la "operación especial" que Rusia realiza en territorio ucraniano desde 2022 sea la manera que Putin encontró para detener un supuesto conflicto "buscado por Kiev", al "comenzar la guerra de 2014" en Crimea y Donbas.

Datos históricos ampliamente conocidos y reunidos por los verificadores demuestran que fueron las tropas rusas (los "pequeños hombres verdes") quienes entraron y ocuparon la península de Crimea de forma irregular hace una década y que también hay un fallo de un juzgado distrital de La Haya afirmando que Rusia controlaba las fuerzas separatistas de Donbas en 2014. Es poco probable que Putin no sepa esto.

PolitiFact, de Estados Unidos, también se sumó a la lucha contra la mentira rusa. Con datos y muchos enlaces, sus verificadores desmontaron tres teorías conspirativas impulsadas por el Kremlin y verbalizadas por Putin delante de Carlson. Una de ellas es la de que Ucrania necesita pasar por un proceso de "desnazificación".

Según los verificadores, "no hay evidencia de que Ucrania sea un estado nazi" y los "historiadores que estudian genocidios y el Holocausto han denunciado la narrativa de Putin como “factualmente incorrecta, moralmente repugnante y profundamente ofensiva”. El medio también recordó que Zelensky es judío y que perdió familia en el Holocausto. Por lo tanto, es improbable que esté aliado con los nazis.

Cuatro días después de la controvertida entrevista, el 12 de febrero, los verificadores de Demagog, de Polonia, publicaron sus conclusiones. Se trata de un artículo con diez mentiras dichas por Putin a Carlson y, entre ellas, está la de que Polonia cooperó con Adolf Hitler antes de la Segunda Guerra Mundial.

Lo único que se sabe de manera comprobada es que, en 1934, los polacos firmaron un acuerdo de no agresión con Alemania y que ese documento fue claramente irrespetado por el nazismo en abril de 1939. Insinuar que hubo cooperación entre esas dos partes fue algo que claramente enfureció a los verificadores polacos, que se quejaron del asunto incluso en los chats de Slack abiertos para mantener la comunicación entre los verificadores que se habían sumado a la iniciativa de colaboración.

Pero la cuestión que me quita el sueño desde el 8 de febrero es si todo ese bello trabajo colaborativo, coordinado y de innegable calidad histórica y periodística realmente logró de alguna forma obstaculizar la amplificación de las mentiras de Putin.

Mientras la entrevista con Carlson tuvo millones de visualizaciones (sumadas las de YouTube, X —antes llamado Twitter— y la propia página web del presentador), los cinco artículos comentados anteriormente alcanzaron, según CrowdTangle y BuzzSumo (herramientas que recopilan datos públicos sobre enlaces online), menos de 2,000 interacciones en Facebook, X y otras redes sociales. Es evidente que la comparación no es precisa ni exacta, pero está claro que, aunque sumemos datos de otros chequeos, la mezcla Vladimir Putin y Tucker Carlson es bastante más popular que cualquier combinación de verificaciones en diversos idiomas.

Y, ligado a ese razonamiento (triste y desalentador, lo reconozco), viene otro: ¿Hay algo que los verificadores podrían haber hecho de manera diferente ante un volumen tan grande y totalmente esperado de narrativas falsas?

Un estudio publicado el pasado lunes, 12 de febrero, por cinco investigadores del Dartmouth College y de las universidades de Notre Dame, Groningen y Exeter puede arrojar alguna luz sobre ese debate.

Interesados en medir el tamaño del impacto –a largo plazo– del fact-checking y del prebunking (esos explicadores ofrecidos a la sociedad de forma anticipada al surgimiento de una desinformación), los académicos realizaron tres estudios (en Estados Unidos y Brasil) y descubrieron que, al menos en temas político-electorales, ofrecer una ‘vacuna’ preventiva contra las falsedades es una salida más eficiente. Las personas que vieron prebunkings sobre fraude electoral, por ejemplo, comprendieron la información y supieron rechazar las mentiras sobre ese asunto durante más tiempo que aquellas que solo vieron las verificaciones presentadas tras la irrupción de la falsedad.

Como muchas de las mentiras dichas por Putin –y nunca rebatidas por Carlson– no son nuevas, ¿podrían los fact-checkers haber invertido más tiempo y energía en explicadores previos a la entrevista? ¿Una ‘vacuna’ anti-Putin, tomada con la debida antelación, hubiera sido capaz de reducir las desinformaciones del mandatario ruso? Son cuestiones para recordar y evaluar de ahora en adelante.

Cristina Tardáguila es fundadora de Lupa e investigadora de DDIA.org.

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