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Detector de Mentiras

La desinformación de los gobernantes sí afecta la vida de los ciudadanos

En lugar de proteger a las personas que les eligieron, muchos políticos optan por difundir mentiras sobre las vacunas contra el covid-19 poniendo en riesgo la vida de familias enteras. En esta edición de "Crónicas de la desinformación" te contamos la historia de Roseildo, un latinoamericano como tantos otros.
Publicado 24 Mar 2022 – 11:52 AM EDT | Actualizado 24 Mar 2022 – 11:59 AM EDT
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Así como muchos latinoamericanos, Roseildo lleva meses bombardeado con narrativas falsas sobre las vacunas contra el covid-19. La situación se repite en EEUU. Crédito: Arte: Arlene Fioravanti

Desde que empezó la pandemia, varias han sido las veces en las que los verificadores de datos tuvieron que arremangarse para desmentir a autoridades que sistemáticamente negaban la existencia del nuevo coronavirus, criticaban el uso de las mascarillas y difundían falsedades sobre la eficacia y la seguridad de las vacunas. Hablamos del expresidente Donald Trump, del gobernador de Florida Ron DeSantis y de autoridades internacionales como el presidente brasileño Jair Bolsonaro.

Delante de la cantidad de desmentidos publicados, uno puede pensar que los fact-checkers se acostumbraron a lidiar con el impacto de la llamada desinformación de Estado, pero esto no es verdad. El pasado domingo lloré de tristeza al constatar –una vez más– cómo las falsas narrativas, repetidas por los poderosos una y otra vez, pueden realmente afectar la vida de miles de familias. Y quiero hoy compartir la historia del carpintero Roseildo en Río de Janeiro.

Eran las 6:00 pm del 20 de marzo cuando el teléfono celular de mi hermano sonó alto en el salón de casa, interrumpiendo nuestra conversación. Del otro lado de la línea estaba un señor que ya había hecho varios trabajos de carpintería para nuestra familia y que hacía mucho no se comunicaba con nosotros.

"Hola, Felipe", dijo Roseildo, evidentemente nervioso. "Perdón por llamarle a estas horas, pero usted es una persona que ha estudiado, ha viajado y conoce a mucha gente. Mi mujer y yo creemos que eres la única persona que nos puede ayudar. ¿Cuántos años tiene tu hijo?"

"Hola, Roseildo. ¿Qué tal le va? Mire, mi hijo tiene seis años. Poco menos que su hija, ¿verdad? ¿Qué le pasa? ¿Están bien?", respondió mi hermano preocupado por aquel humilde trabajador.

"Mire: estamos bien. Pero necesito preguntarle una cosa. Mi niña tiene 10 años y mi mujer y yo no sabemos si debemos vacunarla contra el covid-19. ¿Usted sabe si estas inyecciones que nos están ofreciendo en los centros de salud del gobierno pueden matar a los niños, como dicen muchos por aquí? ¿Saben si provoca autismo, infertilidad o alguna deformación física?"

Los ojos de mi hermano y de todos quienes, como yo, escuchábamos la charla por el pequeño altavoz del celular se llenaron de lágrimas.

Roseildo es un hombre honesto y querido. Tiene cerca de 40 años y trabaja días, noches y festivos para ofrecerle a su única hija una vida mejor que la suya.

A lo largo de los últimos dos años, Roseildo y su familia –así como muchos otros latinoamericanos, de muchos otros países– escucharon a presidentes, gobernadores y congresistas de Brasil diciendo que el covid-19 " no pasaba de una gripecita o un resfriadito", que las mascarillas podían hacer daño a sus usuarios y que las vacunas creadas para hacer frente a la pandemia no eran seguras ni eficaces.

Resultado: impulsada por narrativas mentirosas esparcidas por aquellos que deberían protegernos, la duda se enraizó y creció en la cabeza de mucha gente, poniendo en riesgo vidas y el bienestar de miles de familias.

Roseildo podría llamarse José, Antonio, Manuel. Podría ser brasileño, mexicano, colombiano. Así como muchos latinoamericanos, Roseildo lleva meses siendo bombardeado por narrativas falsas que insisten en atacar las vacunas contra el covid-19. Menos mal que Roseildo tenía el contacto de mi hermano y sintió la libertad suficiente para preguntarle sobre el programa de inmunización de Brasil. Y mi hermano fue enfático:

"¡Por Dios, Roseildo! Lleve a su hija a vacunarse lo más pronto posible, amigo. Puede que ella tenga algún dolor en el brazo o alguna fiebre –como suele pasar con otras vacunas infantiles–, pero las inyecciones contra el covid-19 son seguras y fundamentales para todos".

El carpintero respiró aliviado. Quiso saber si mi sobrino de seis años había recibido la vacuna y si había tenido algún efecto adverso. Se tranquilizó una vez que oyó de mi hermano que su hijo ya había recibido las dos dosis de Pfizer y que no se había quejado de nada.

"Es que recibimos tantas mentiras por internet. Vemos tantos políticos diciendo cosas que ya no sabemos en quiénes confiar", explicó Roseildo.

Era una demostración clara del impacto de la desinformación de Estado, algo que nunca dejará de sorprender a los fact-checkers (y espero que a ti, lector, tampoco).

Y se equivocan los que piensan que la situación que presencié en Brasil no se repite en Estados Unidos.

Según un estudio publicado por la revista científica The Lancet en 2021, los latinos que viven en EEUU tienen una tasa de infección por covid-19 cuatro veces más grande que los blancos no latinos, y un riesgo de hospitalización 1.42 veces mayor. Una obvia consecuencia de la acción de los antivacunas. A pesar de esto, en marzo de ese año, según el mismo estudio, solo 9% de los latinos de EEUU se habían vacunado contra el covid-19 contra un 65% de los blancos no latinos.

Si a esto se añaden los resultados de una investigación hecha por First Draft, organización que reúne fact-checkers, periodistas, académicos, universidades y empresas de tecnología para hacer frente a la desinformación, el drama se completa.

Basada en una amplia investigación, la entidad demuestra que los hispanos de Estados Unidos tienen una mayor probabilidad de terminar creyendo las desinformaciones que reciben sobre el virus y la vacunación, por estar ampliamente conectados con las redes sociales y a las plataformas de mensajería.

Así que si conoces a alguien como Roseildo, no pierdas tiempo. Hazle una llamada y verifica si esa persona y sus familiares se vacunaron. Ten paciencia con posibles dudas y enfatiza la importancia de estar inmunizado. Una actitud como esta puede proteger a este individuo no solo del nuevo coronavirus si no también de la odiosa desinformación producida y difundida por parte del Estado.

Cristina Tardáguila es directora de programas de ICFJ y fundadora de la Agência Lupa.

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