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Congreso de EE.UU

El día que las masas asaltaron el Capitolio, arengadas por Donald Trump

Grupos identificados con el presidente Trump y sus falsas denuncias de fraude electoral ingresaron violentamente en el Capitolio justo cuando el Congreso contaba los votos del Colegio Electoral que dio el triunfo a Joe Biden. El proceso quedó en suspendo y la imagen institucional de EEUU severamente dañada.
6 Ene 2021 – 06:54 PM EST
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Se sabía que lo que debía ser una sencilla jornada protocolar en el Congreso de EEUU para contar los votos del Colegio Electoral que certificó el triunfo del presidente electo Joe Biden no iba a ser la ceremonia protocolar que suele ser (De otra manera, los medios no le habríamos prestado la inusual atención que le estábamos dedicando).

Pero las caóticas imágenes de simpatizantes del presidente Donald Trump virtualmente asaltando el edificio del Capitolio de Washington DC ofrecieron una postal impensable poco tiempo atrás que muestra las divisiones políticas que hay en EEUU -y sobre todo- la irresponsable explotación que hace de ellas el saliente mandatario.

Las imágenes de personas con banderas de la campaña de Trump en las escalinatas del Capitolio -una zona celosamente vigilada en días normales- otras de manifestantes rompiendo vidrios para penetrar el edificio que tuvo que ser declarado en cierre de emergencia y hasta alguna de los asaltantes sentados en la presidencia del Senado o la oficina de la presidencia de la Cámara de Representantes recorren el planeta, que nunca había sido testigo de este tipo de manifestaciones en la que se describe a sí misma con orgullo como la “mayor democracia del mundo”.

Del discurso al asalto

La jornada del miércoles había empezado con malos presagios. Las autoridades de Washington DC habían tomado medidas en días previos para prevenir actos de violencia o vandálicos por la creciente presencia de grupos simpatizantes del presidente, algunos de naturaleza violenta y sectaria, como los ultraderechistas Proud Boys. La policía había sido puesta en alerta y se había establecido el corte de calles preventivamente.

De entrada, se sabía que una concentración de personas que creen en las versiones que falsamente sigue difundiendo Trump y los suyos sobre el fraude electoral del que habría sido víctima, era algo potencialmente delicado desde el punto de vista de la seguridad pública.

Pero Trump se encargó de soliviantar más los ánimos con un discurso que les dirigió la mañana del miércoles a momentos de que el Congreso empezara su sesión bicameral para recibir, contar y verificar los resultados certificados del Colegio Electoral, insistiendo en que esos resultados eran fraudulentos y dando a entender que el vicepresidente Mike Pence, desde la presidencia protocolar de la sesión, podría alterar el resultado a su favor.

El presidente sabía que Pence no podía hacer lo que él pretendía porque su segundo carece de ese poder de decidir qué resultados acepta y cuáles no, y porque el mismo vicepresidente se lo había explicado antes de irse al Capitolio. De hecho, estaba claro en la carta que envió a los congresistas explicando que pensaba cumplir con su papel como está consagrado en la Constitución.

Ante los manifestantes, Trump fustigó la falta de "coraje" de Pence y les pidió ir al Capitolio para que expresaran la frustración por la pérdida electoral que consideran injusta.

“Así que vamos, caminemos por la Avenida Pennsylvania. Amo la Avenida Pennsylvania y vamos a ir al Capitolio”, dijo Trump refiriéndose a la emblemática vía que comunica la Casa Blanca con el edificio del Congreso y los conminó a mostrar “el tipo de orgullo y audacia que se necesita para recuperar nuestro país”.

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"No concedemos": Trump se niega a reconocer su derrota e insiste sin pruebas en que le robaron las elecciones

Poco después, muchos de esos que escucharon el mensaje, cumplieron el deseo presidencial y se dirigieron al Congreso, justo cuando dentro Pence daba por iniciada la sesión bicameral para recibir los votos electorales.

Los ánimos caldeados de algunos rompieron las barreras que la Policía Metropolitana de Washington y la Policía del Capitolio habían establecido. Los agentes tuvieron que replegarse dentro del edificio para poner en marcha un cierre de emergencia y garantizar la seguridad de los congresistas que apenas empezaban a considerar la primera objeción al proceso presentada por un grupo de republicanos a los resultados de Arizona.

En la tarde, tras varias horas de sobresaltos, el presidente electo Joe Biden habló para advertir que “a estas horas nuestra democracia está bajo un ataque sin precedentes” y exigir a Trump que se dirigiera por televisión nacional a la masa insurrecta para poner fin al episodio en la capital estadounidense.

El legado de Trump

Es pronto para analizar si este episodio es señal de una nueva dinámica política, más al estilo de esos liderazgos populistas que promueven la expresión tumultuaria de sus partidarios como supuesta demostración de voluntad democrática, algo que hasta la irrupción de Trump en la escena no era común en EEUU.

Pero las escenas sintetizan la explosión de las tensiones que se han ido acumulando desde el inicio del gobierno de Trump, un presidente que se ha caracterizado por azuzar las diferencias entre los estadounidenses, apelando permanentemente a su llamada ‘base’ de apoyo: una amalgama de radicales de derecha, nacionalistas y otros grupos que se sienten afectados por el deterioro que ha padecido la clase media en las últimas décadas.

Ese discurso se radicalizó peligrosamente desde las elecciones que perdió en noviembre, cuando el presidente empezó a hablar de fraude, sin tener ningún respaldo y con todas sus quejas desmontadas por las autoridades electorales estatales (algunas republicanas) y los tribunales ante los que se presentaron unas 60 demandas sin evidencia alguna.


Cuatro horas tardó el presidente en llamar a suyos a replegarse. Lo hizo después de que los líderes demócratas del Congreso y Biden le exigieran ordenar el fin al asalto del Capitolio.

Y, fiel a su estilo lo hizo, no como el Comandante en Jefe y líder de la nación, sino como el jefe de una facción política.

“Tuvimos una elección que nos robaron. Y todo el mundo lo sabe. Especialmente el otro bando. Pero tienen que irse a casa ahora. Tenemos que tener paz", dijo Trump en un breve video desde los jardines de la Casa Blanca.

Cuando en meses pasados grupos de radicales de izquierda que son identificados con la etiqueta de Antifa hicieron desmanes en edificios federales de Oregon dentro de la ola de manifestaciones contra el racismo tras la muerte de George Floyd, el presidente advirtió que quienes dañaran edificios federales deberían ser severamente castigados y el Departamento de Justicia anunció que aplicaría leyes antiterroristas a quienes protestaban.

En julio, el presidente mandó a desalojar de la Plaza Lafayette, que está frente a la Casa Blanca, donde un grupo de manifestantes rechazaban el racismo estructural estadounidense tras la muerte de Floyd, usando un desproporcionado despliegue de fuerza policial y profusión de gases lacrimógenos.

¿Insurrección?

Ese celo no se vio el miércoles, mientras cientos de sus simpatizantes forzaban que el Congreso detuviera su sesión protocolar, que es ordenada por la Constitución. En efecto, los iracundos asaltantes del Capitolio interrumpieron el proceso democrático al impedir que los legisladores cumplieran con la obligación constitucional que tienen de leer los votos del Colegio Electoral el 6 de enero siguiente a la elección general.

Algunos comentaristas hablan de "insurrección" en parte porque se irrumpió en la sede del poder legislativo y se detuvo la ceremonia que estaba prevista que se cumpliera este miércoles.

Curioso que un sector que había estado argumentando a la largo de la campaña electoral que representa la “ley y el orden”, en contraste con el anarquismo del que acusan a sus opositores de izquierda, haya alterado una dinámica que se viene repitiendo desde hace siglos, un mandato constitucional.

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“Nuestra democracia está bajo un asalto sin precedentes": el presidente electo Joe Biden se dirige a la nación

Es curioso también que una de las obsesiones del presidente, la imagen de EEUU en el resto del mundo, sea uno de los aspectos que más manchado quedó este miércoles.

Eventos como este suelen verse en países con democracias débiles o gobiernos autoritarios, pero nunca en la capital estadounidense. Ahora en esos países que la Casa Blanca suele criticar por sus prácticas poco democráticas recordarán este episodio y sentirán que la moral de Washington para decirles cómo conducir sus cosas no es tan fuerte como los estadounidenses creen.

Y para ilustrarlo, el comunicado que la cancillería de Venezuela, uno de los países más criticados por Washington, expresando su "preocupación" por "la polarización política y la espiral de violencia que no hace sino reflejar la profunda crisis por la que actualmente atraviesa el sistema político y social de los Estados Unidos", un texto firmado por el canciller venezolano Jorge Arreaza, que se parece mucho a alguno que podría haber escrito el secretario de Estado, Mike Pompeo, al hablar de Venezuela.

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