Preparados para ir armados. Bajo el sol de agosto, un grupo de estudiantes asiste a la clase de armas. Durante el resto del día, los aprendices cargan con pistolas de plástico e incluso rifles de imitación para acostumbrarse al peso y al hábito de trabajar con armas encima. Crédito: Damià S. Bonmatí
Un inmigrante legal a la búsqueda de los indocumentados. Jesús Garza, de 27 años, llegó hace menos de una década a Estados Unidos y logró la ciudadanía hace menos de un año. "El día que me animé a aplicar fue cuando recibí mi ciudadanía. Ya no había un obstáculo que me impidiera unirme a la Patrulla Fronteriza", dice este estudiante a punto de graduarse. Crédito: Damià S. Bonmatí
"Es demasiado el tráfico que hay". Desde hace años vive en Texas, en la frontera con México. Allí ha visto el cruce de inmigrantes, el tráfico de personas y el poder del narcotráfico. Al entrar en contacto con agentes fronterizos en las tiendas y restaurantes de la ciudad, nació su idea de alistarse. Crédito: Damià S. Bonmatí
"Yes, sir. No, sir". Pese a ser un cuerpo de seguridad civil, la Academia se autodenomina como 'paramilitar', al menos en el estilo de entrenamiento y disciplina que siguen. En las calles del recinto, circulan pelotones de agentes que se desplazan de una clase a la otra. Cuando hay un problema, la riña es propia de un entorno militar. Crédito: Damià S. Bonmatí
Pruebas en medio del desierto. La Academia de Patrulla Fronteriza se encuentra en Artesia, Nuevo México, en una zona árida y despoblada donde el principal motor económico es este centro de formación y también la industria petrolera. El aeropuerto más cercano es en Roswell, conocido sobre todo por los supuestos avistamientos de Ovnis. Crédito: Damià S. Bonmatí
"¡En 1 minuto y 42 segundos, señor!".
Los estudiantes deben acabar un circuito en un mínimo de tiempo para graduarse. La formación física es uno de los puntales de la preparación de los agentes fronterizos y también uno de los causantes de que algunos abandonen el cuerpo antes de graduarse. Crédito: Damià S. Bonmatí
Fuerza física. Un reto para la Patrulla Fronteriza es mantener el nivel físico que exigen en la Academia una vez llegan al terreno. La institución dice que está trabajando en futuros cursos de reciclaje y también que está dando algunas horas a la semana a los agentes por si quieren entrenar, pero no son obligatorias. Crédito: Damià S. Bonmatí
"Deténgase". Esta es el aula de español, una clase que se convirtió en obligatoria para cualquier agente –sea hispanohablante o no– si quiere graduarse. Es un curso rápido y aparentemente muy centrado en la memorización de los protocolos de inspección y detención. La incógnita es si los oficiales logran después entender las respuestas en español de los extranjeros. Crédito: Damià S. Bonmatí
Tras una década y media de servicio militar, Elizabeth González (primera fila a la derecha) asiste a sus últimas semanas de clase en la Academia de Patrulla Fronteriza. Hija de inmigrantes mexicanos, se crió en el centro de California y más recientemente vivió en San Diego, donde entró en contacto con las labores de los agentes fronterizos. Crédito: Damià S. Bonmatí
“Buenos días, clase. Clase 1090, el duro trabajo que han hecho en la academia es solo el principio”, les dijo a una cuarentena de graduados Manuel Padilla, el jefe de la Patrulla Fronteriza en el valle del Río Grande. Había padres, hijos, hermanos, desfiles, música y souvenirs para celebrar que habían entrado a la fuerza. Crédito: Damià S. Bonmatí