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Inmigración Infantil

"Por lo menos que se salve él": padres migrantes atrapados en México envían a sus hijos solos a EEUU

Desesperados, algunos centroamericanos que fueron enviados a México por las nuevas políticas de Trump han tomado la dura decisión de mandar a sus hijos solos por los puentes fronterizos. Univision Noticias habló con los padres de ocho niños que lo hicieron. Estas son sus razones.
16 Nov 2019 – 10:32 AM EST
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Alexandra abraza los peluches que le dejaron sus hijos de 5 y 6 años. La semana pasada, los envió por el puente internacional que une Matamoros (México) con Brownsville (Texas) para entregarse a las autoridades. Crédito: Almudena Toral

MATAMOROS, México. - El último día que Alexandra pasó con sus dos hijos de 5 y 6 años, la madre hondureña se dedicó a consentirlos: los llevó a comprar y a comer todo lo que le pidieron, los bañó, los abrigó, los abrazó y rezó con ellos antes de dejarlos en un extremo del puente internacional que une la ciudad mexicana de Matamoros con la texana de Brownsville. Era la primera vez en su vida que se separaba de ellos.

"Mi hijo me preguntó: '¿pero sí vas a estar bien?' Y yo le dije que sí, pero ya con un nudo en el estómago, y le dije: 'No te olvides de orar, de darle gracias a Dios por todo. Cuida a tu hermana y no se vayan a separar. Y no te vayas a regresar porque es la única oportunidad que tienes. Y ahí me despedí de ellos y luego miré pasar a mis criaturas por allá", dice la migrante de 23 años entre lágrimas mientras señala el puente fronterizo. "Sentí que me estaban partiendo el alma".

Después de tres meses en Matamoros, donde fue enviada mientras avanza su caso de asilo en EEUU por el programa conocido como Protocolos de Protección de Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés), la primera semana de noviembre Alexandra tomó la decisión de enviar a sus dos hijos solos a ese país. La hondureña ya se había presentado en dos ocasiones ante un juez a través de videoconferencia en las carpas construidas en la frontera, pero le pusieron una cita adicional para el 29 de abril y no soportaba la idea de que sus niños tuvieran que pasar seis meses más viviendo en el campamento improvisado al lado del puente donde se han instalado cientos de migrantes.

"Estuvimos hablando toda una noche y toda la semana antes y yo les había dicho: ' Miren, nos vamos a separar porque yo quiero que ustedes vayan a la escuela y se van a ir con sus tíos y allá van a estar mejor'", recuerda. Desesperada, esta madre que se quedó viuda hace dos años decidió mandar a sus hijos a las autoridades migratorias con la esperanza de que, tras procesarlos, se los entreguen a sus cuñados que viven en Chicago.

Como ella, algunos padres que llevan meses esperando en México a que avancen sus casos de asilo han enviado solos a sus hijos a Estados Unidos a través de ese puente fronterizo para presentarse en ese país como menores no acompañados y evitarles así pasar meses viviendo en tiendas de campaña en un lugar donde temen por su seguridad.

Según los lineamientos de MPP, el programa con el que el gobierno de Donald Trump pretende atacar las solicitudes de asilo fraudulentas o sin base legal y disuadir a las familias centroamericanas a migrar a EEUU, tanto los adultos como los niños que llegan con sus padres son devueltos a México. Pero las leyes de protección a la infancia vigentes impiden hacer lo mismo con los menores no acompañados.


En una visita reciente a Matamoros, Univision Noticias entrevistó a los padres de ocho niños centroamericanos, la mayoría de ellos hondureños, que enviaron a sus hijos solos a EEUU en las últimas semanas (los nombres de todos ellos han sido cambiados en este reportaje para proteger su identidad). La oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) y la Cancillería de Honduras no han respondido a solicitudes de información al respecto, pero, según los relatos de los propios migrantes, los casos podrían ser muchos más.

De hecho, el principal argumento que citaban los padres que enviaron a sus hijos solos a Estados Unidos fue que conocían a otros migrantes que lo habían hecho antes.

Ese es el caso de Carolina, una madre hondureña de 29 años que el pasado 4 de noviembre, después de tres meses en Matamoros y sin esperanzas de que EEUU aceptara su solicitud de asilo, mandó a su hijo de 12 años a que se entregara en la garita de entrada de Brownsville tras ver cómo su vecino de tienda de campaña, Walter, también hondureño, hacía lo mismo con su hija de 17.


"Él (Walter) mandó a la niña de él primero y miré que sí que están pasando los menores de edad, los dejan pasar siempre y cuando tengan a alguien que los reciban del otro lado", afirma. Entonces, ella se puso en contacto con una hermana que vive desde hace más de 19 años en Las Vegas y, tras consultarlo con su hijo, decidieron que lo mejor es que se fuera con ella para que no siguiera en Matamoros "aguantando hambre y frío".

"Mi hijo no la conoce pero ella se muere por él porque siempre llamaba por videollamadas y a ella le fascinan bastante los niños y no tiene. Ella solo me dijo: 'Yo lo recibo con los brazos abiertos, no sabes cómo lo quiero. Y no te preocupés, pronto todo se va a solucionar y vamos a estar juntas'", relata la madre. "Pero sí duele porque yo soy lo único que tiene y él es lo único que tengo".

Según los últimos datos disponibles, el gobierno de Trump ha mandado a México al menos a 55,000 migrantes por el programa MPP, en su mayoría centroamericanos, cubanos y venezolanos, a ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Matamoros. Un análisis de datos de la agencia Reuters determinó recientemente que cerca de un tercio de ellos eran niños.

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Y aunque paradójicamente el plan se presenta como de protección de migrantes, según testimonios de los afectados e informes de organizaciones y abogados que trabajan en la frontera, muchos han sido víctimas de secuestros, violaciones y asaltos en territorio mexicano.


A Matamoros han sido devueltas unas 14,000 personas bajo ese programa, le dijo a Univision Noticias Enrique Maciel Cervantes, titular del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes en esa ciudad. Y mientras que muchos de ellos han decidido regresar a sus países de origen, irse a otras partes de México o rentar apartamentos en esa misma ciudad, unos 1,400 viven en el campamento improvisado al lado del puente, donde duermen en tiendas de campaña donadas.

El gobierno de México ha tratado de trasladar a los solicitantes de asilo a un albergue para evitar que estén expuestos a las bajas temperaturas que puede alcanzar esa zona de México en invierno, pero no ha tenido éxito. La mayoría no quiere moverse de los terrenos aledaños al puente porque ahí les llega ayuda humanitaria de organizaciones estadounidenses y abogados que cruzan cada día la frontera y porque, con la policía y el ejército cerca cuidando el paso fronterizo, se sienten más seguros.

"Estoy a la deriva, pero por lo menos que se salve él"

Precisamente la inseguridad fue lo que motivó a Damián, un padre de 36 años, a enviar a su hijo de 10 por el puente la semana pasada para que se reencuentre con su mamá y su hermana pequeña, que migraron hace cuatro años a Houston para huir de la violencia en Honduras.


Él asegura que se fue de su país después de que trataran de reclutar a su hijo para vender droga en el colegio, algo a lo que él se negó. En represalia, denuncia que fue víctima de un ataque a tiros y, aunque consiguió salir ileso, decidió migrar.

En el camino, Damián dice que ambos fueron asaltados y secuestrados en México y que a él lo torturaron hasta que la mamá del niño pagó una extorsión de $5,000, un relato similar al que se repite en las historias de muchos migrantes.

Pero las autoridades migratorias de EEUU lo devolvieron al país vecino y en Matamoros el hondureño dice que también fue víctima de un asalto cuando fue a retirar un dinero que le habían enviado unos amigos y de un nuevo intento de secuestro a su hijo cuando estaban en el campamento.

El temor a que le pasara algo al pequeño hizo que Damián tomara la decisión de enviar a su hijo a EEUU después de que el juez denegara su solicitud de asilo: "Yo estoy a la deriva porque yo en mi país no tengo nada. Mi mamá está muerta, mi papá está muerto y mis dos hijos están en EEUU", lamenta. "Y no tuve otra opción que mandar a mi hijo por el puente. Por lo menos que se salve él".

El último recuerdo que el padre tiene del niño de 10 años es cuando, después de dejarlo en la entrada del puente, fue corriendo a la orilla del Río Bravo para ver a lo lejos cómo su hijo avanzaba hacia EEUU. Desde entonces, no ha vuelto a hablar con él, pero no duda que ha tomado la mejor decisión. Ahora, dice, su hijo "está en un lugar más seguro y más cómodo".

Según la Administración para Niños y Familias (ACF), el departamento que se encarga de los menores no acompañados antes de entregarlos a sus patrocinadores en EEUU, para que ese proceso se pueda llevar a cabo las autoridades estadounidenses hacen un chequeo de antecedentes criminales y una revisión para identificar posibles riesgos o preocupaciones de seguridad en las personas a las que van a dar a los niños.

El tiempo de espera medio de ese proceso estaba a finales de agosto en 50 días, según datos que la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR, por sus siglas en inglés) entregó al Congreso.


De los migrantes entrevistados por Univision Noticias que habían enviado a sus hijos en las últimas semanas, ninguno había sido entregado a sus patrocinadores en EEUU y solo una de ellas (Alexandra) había conseguido comunicarse con los niños directamente.

Una trabajadora social se puso en contacto con ella y le dijo que sus pequeños de 5 y 6 años ya estaban en Chicago, donde viven sus cuñados, aunque los niños seguían bajo custodia del gobierno. Ella pudo hablar con el mayor, quien le dijo que le compraron ropa para el frío, le pusieron vacunas y que estaba emocionado de estar yendo a clase.

"Mi gorda (la niña de 5 años) me parte el alma porque me dice que no quiere hablar conmigo hasta que no estemos juntas y mi hijo sí y me dice: 'No te preocupes que ella está bien'. Pero es bien duro", afirma.

Mientras esperan novedades de sus hijos, Alexandra y Carolina pasan largos ratos en el campamento juntas esperando recibir la noticia de que ya los entregaron a sus familiares y pensando qué hacer para volverse a juntar con ellos algún día.

"Yo voy a intentarlo de nuevo, voy a luchar por estar con él", dice Carolina. "Quisimos hacerlo bien... Es cierto que rompimos una ley cruzándonos el río (para entrar en EEUU) y pedimos disculpas por eso, pero queremos un mejor futuro para nuestros hijos, somos madres solteras y por eso nos vinimos".

Ambas madres coinciden en que, desde que se fueron sus hijos, están "incompletas".

"Todo padre que le preguntes te va a decir lo mismo: que el corazón queda vacío, sin nada", coincide Damián. "Él era todo para mí, tuve que hacerlo porque no tuve otra opción, no pude hacer nada y, tal vez ellos (las autoridades estadounidenses) no entienden eso, tener que separarse de lo que más quiere uno por salvarlo".

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