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"Si me gusta aquí, a lo mejor me quedo”: la nueva vida de los deportados que llegan al Aeropuerto Benito Juárez de México

Los vuelos de deportados que llegan al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México aterrizan los lunes y martes. Y desde diciembre, el gobierno de EEUU, en acuerdo con México, programó un avión adicional los jueves. Los deportados enfrentan el reto de buscar trabajo en un país que apenas recuerdan, además de velar por su propia seguridad, dejando atrás familia, amigos y empleo.
23 Abr 2017 – 02:35 PM EDT
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Alonso, mexicano de 36 años, optó por el retorno voluntario de Estados Unidos en vez de ser deportado. Espera reunirse con su mujer en EEUU más adelante.

“Viajé esposado de las manos y con shackles en los pies hasta que nos soltaran en Nuevo Laredo. Te dan un s andwich, unas galletas y una botella de agua y nada más. Me dijeron aquí están tus pertenencias, tu lunch y me hicieron caminar por el puente”.

Así cuenta Martín su deportación a México el pasado 23 de diciembre, tras 18 años en Estados Unidos. Emigró desde un pueblo de Guanajuato con sus padres cuando tenía tan solo 8 años. Lo deportaron en bus a la ciudad de Laredo (Texas), donde cruzó uno de los puentes internacionales que unen esta ciudad fronteriza de EEUU con la ciudad mexicana de Nuevo Laredo (en el estado de Tamaulipas).

Según datos de la Secretaria de Gobernación, en los dos primeros meses del 2017 se repatriaron más de 25,800 mexicanos. De estos, menos de 2,700 fueron deportados en avión a la Ciudad de México. Los demás llegaron a uno de los 10 puntos de repatriación en los estados fronterizos de Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Coahuila y Baja California. Pero el criterio para definir el destino de repatriación no es de conocimiento público.

Para los migrantes que esperan poder cruzar nuevamente a EEUU, ser deportado a la frontera puede ser una ventaja, pero la seguridad en el norte de México no está garantizada. “La frontera sigue siendo muy peligrosa por el crimen organizado”, advierte Rebeca González de IIPSOCULTA, una organización que trabaja con personas retornadas a la Ciudad de México.

A sus 26 años, Martín cuenta como ya en México “unos señores” que inicialmente se hicieron pasar por representantes oficiales o del albergue de migrantes le ofrecieron ayuda a él y otros compañeros recién deportados. Pero Martín tuvo un mal presentimiento.

“Yo nunca he estado aquí en México. Yo no se cuáles son las reglas. Pero sé que hay carteles, que hay violencia. Sé todo eso. Algo me dijo que no los siguiera”.

Martín cuenta cómo “los señores” les amenazaron y les siguieron hasta dentro de la terminal de autobuses. “Nos decían que si no nos íbamos con ellos que nos iban a dar golpes y que nos iban a llevar a la fuerza. Estábamos bien espantados de lo que podía suceder. Yo no se qué clase de gente era esa. O si traían armas. Fue una experiencia muy fea”.

Otro deportado:

Alonso, trabajador de una bodega de manzanas

Los vuelos de deportados que llegan al Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México aterrizan los lunes y martes. Y desde diciembre, el gobierno de EEUU, en acuerdo con México, programó un avión adicional los jueves. En un vuelo desde El Paso (Texas), llegó Alonso el pasado jueves 23 de marzo.

Esperando a su prima que venía a recogerlo desde el estado de México, Alonso relató la incertidumbre de sus próximos pasos y los sentimientos encontrados que tenía al aterrizar a más de 4,000 kilómetros de la ciudad que fue su hogar durante cerca de 20 años.

“En la televisión te dicen muchas cosas, que te están secuestrando y matando. Pero si veo que no es tan cierto, si me gusta como vivo aquí, a lo mejor me quedo”.

No tardó en agregar: “Pero son 18 años de estar allí. Es una forma de vivir diferente. Voy a echar de menos el trabajo, los amigos. En mi pueblo ya no voy a conocer a nadie. Los amigos que yo tenía aquí están todos casados y con hijos”.

Alonso describe en detalle y con orgullo el trabajo nocturno que realizó durante 13 años en una bodega de manzanas en el condado rural de Yakima, en el estado de Washington. Sus tareas incluían el trabajo con pesticidas, cloro y “el wax”, dijo al referirse a la capa de cera que se le añadía a las manzanas que se exportaban a países como México y Brasil.

Alonso dejó el pueblo de San Miguel en el Estado de México en 1999. Estaba por cumplir los 18 años. Ahora tiene 36. “Estaba bien chiquito cuando me fui. ¿Quién sabe cómo va a estar ahora? Bien cambiado. Antes estaba a 2 horas. Ahora a lo mejor por la autopista es más rápido”, dice consciente de los cambios que su país ha vivido en los 18 años que lleva viviendo en la frontera con Canadá. Hasta la capital ha cambiado de nombre. Ya no se llama el Distrito Federal sino la Ciudad de México.

Ayuda del Estado mexicano

México tiene programas públicos para la reinserción de personas deportadas. Uno de ellos es la estrategia Somos Mexicanos del propio Instituto Nacional de Migración (INM) lanzada en marzo de 2014. Otro programa lo gestiona la Secretaría de Desarrollo Rural de la Ciudad de México (SEDEREC ). Aunque el estudio de IIPSOCULTA 'Retorno con Derechos', basado en encuestas realizadas en el 2015, revela que hasta un 80% de los deportados desconocen los beneficios a los que tienen derecho.

Al parecer Alonso tuvo más suerte que Martín. Este último tuvo que buscar trabajo por su cuenta. Pero una representante del Ministerio de Trabajo le informó a Alonso al llegar al aeropuerto de México que podía recibir apoyo para conseguir un empleo y que en un plazo de 15 días podía aplicar a un curso de capacitación laboral.

“Mañana voy a ver una señora para ver si encuentro trabajo aquí en la Ciudad de México”, dijo decidido. “A lo mejor manejando tráiler”. También le informaron que podía inscribirse en el Seguro Popular para que el estado costee el gasto de sus medicinas.

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¿En qué circunstancias un dreamer puede ser deportado?

¿Estos son deportados de Trump o de Obama?

A 3 meses de la toma de posesión de Donald Trump, es pronto para asegurar que el número de deportaciones esté en aumento. Las cifras de marzo de 2017 son más bajas que las de un año antes, aunque ha aumentado el porcentaje de expulsados sin antecedes.

Alonso cometió una infracción en el 2008 y no acudió a su cita ante la corte. La policía lo había parado manejando borracho, un delito grave en EEUU conocido como DUI. Cuando intentó limpiar sus antecedentes en el 2015, le pusieron “un aparato en el pie” durante 70 días como pena. Pero cuando fue a que le quitaran el aparato, lo detuvieron agentes de ICE. Alonso decidió no pelear su caso y aceptó el retorno voluntario en el 2017.

Martín tenía antecedentes penales por posesión de droga entre otros delitos, por los que pasó un año en una cárcel de Johnson County, Texas. “Tuve algunos problemas con la policía cuando era más joven. Y eso me alcanzó cuando yo era más grande”, dice entre sentimientos de culpa y decepción.

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Las deportaciones se politizan

Aunque el efecto Trump no se sienta todavía en los números, la retórica antiinmigrante del presidente de Estados Unidos ha despertado el interés público en México por los retos que enfrentan las personas retornadas voluntariamente o no. Rebeca González de IIPSOCULTA reconoce que “entre el miedo, se empiezan a mover las cosas. Los que vengan ahora tal vez tengan un poco más de voz” agrega, refiriéndose a la poca visibilidad que tuvieron los deportados de Obama.

En febrero de este año, el propio presidente Peña Nieto visitó el aeropuerto para recibir a algunos de los primeros deportados de la era Trump. Esa misma semana, su rival político Andrés Manuel López Obrador, candidato a las elecciones presidenciales de 2018, hizo un discurso proinmigrante en Los Ángeles.

Y en marzo, Peña Nieto anunció una reforma de la ley general de educación para eliminar trabas administrativas a la convalidación de títulos universitarios estadounidenses para las personas retornadas. Así, al menos a nivel legislativo, México se está preparando para recibir a los Dreamers, en caso de que sean deportados.

Desafíos pendientes

Pero quedan todavía barreras por superar, sobre todo en cuanto a la identificación de las personas deportadas. Al retornar a México, el INM les entrega una hoja con sus datos y una foto en blanco y negro. Se trata de su constancia de repatriación. Pero según González, ésta no siempre es reconocida como oficial. “Sin identificación a lo mejor no pueden encontrar casa o trabajo”, advierte esta experta que señala como las personas deportadas pocas veces tienen la oportunidad de recoger sus documentos antes de ser deportados.

Apenas dos semanas tras su llegada a Nuevo Laredo, Martín consiguió un trabajo en un centro de llamadas en la Ciudad de México que ofrece servicios de atención al cliente para empresas en Estados Unidos. Se declara satisfecho: “ Es un buen trabajo. Y tiene buenos beneficios”. Aunque admite que gana el equivalente de 2.5 dólares la hora frente a los 17 dólares que ganaba como plomero en EEUU.

Pero lo que más le afecta es la separación de su novia y su hijo. “Duele mucho saber que tu hijo está creciendo sin ti. No lo puedo ver crecer. No puedo jugar con él. No puedo estar con el para que me diga Papá. A lo mejor un día hasta le dice Papá a otro”.


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