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Fidel Castro: de extra a estrella (y viceversa)

Fidel Castro trabajó como actor de reparto en al menos tres musicales mexicanos. El tiempo lo devolvió al papel de extra en la trama cubana.
19 Ago 2015 – 04:19 PM EDT
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CIUDAD DE MÉXICO, México.- Fidel Castro se vistió de rumbero para la ocasión. Se arremangó una camisa de holanes y colorines, calzó un pantalón de satín negro e intentó mover su recia cintura para el baile y la cantata. El lugar de la fiesta no podía ser más elocuente para el futuro: la casa de un cascarrabias embajador de Estados Unidos, en la película Holiday In Mexico de 1946.

No sería la última vez, ni la primera, que el futuro comandante hiciera sus pininos como estrella de cine. Es decir, como extra. Al menos eso cree el Sindicato de Trabajadores Técnicos y Manuales de la Producción Cinematográfica de México, que prevé hacer una película sobre la vida y las incursiones actorales de segunda del joven Castro.

“Se trata de un tema prácticamente desconocido y muy controversial: el hecho de que Fidel, en su juventud, actuó como extra en varias películas para ganarse la vida”, asegura Juan Carlos Garrido, director del Sindicato y principal promotor de la cinta, prevista en 2016.

Al parecer, durante sus años mozos de exilio mexicano, Castro aprovechó sus dotes latinas para hacer cameos en otros dos musicales Easy To Wed (1946) y Bathing Beauty (1944), así como en algunas películas del director mexicano Juan Orol, que aún se tratan de identificar en los archivos.

(El joven Castro es el segundo bailarín a la izquierda que aparece en el minuto 2:09 del trailer de Holiday In Mexico).

De acuerdo con Garrido, durante el trabajo de investigación encontraron que Castro no solo mostró sus potenciales como figurante en el plató, sino que también arrastraría en la carrera hacia los Oscar del anonimato a Ernesto Guevara, un joven argentino a quien había conocido, como sabe todo guevarista, “en casa de María Antonia”.

En Cuba, de esto, nada se dice. Varios críticos e historiadores de cine consultados por Univision se mostraron perplejos ante la posibilidad de imaginar al protagonista de la revolución como extra de unas peliculillas de tercera.

Aunque eso sea cierto, aquí (en Cuba) siempre va a ser mentira, como te podrás imaginar. Y si se hace esa película, aquí jamás se va a pasar. No mientras las cosas sigan como están”, refirió, vía correo electrónico, un especialista del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, principal organismo de la isla vinculado al séptimo arte.

A star is born?

La nueva biografía fílmica de Castro vendría a ser una constatación de cómo la vida traza a veces una espiral entre sus comienzos y finales. De cómo nos devuelve, de alguna irónica manera, a la nada en que comenzó.

El joven que hizo de extra antes de iniciar una revolución volvió a jugar el mismo rol 60 años después. Y como todo figurante, asumió con recelosa disciplina el papel al que lo devolvieron la edad y las circunstancias: apariciones esporádicas ante las cámaras, poses de ocasión, nulos o escasos parlamentos. Mientras, otros personajes principales se disputaban los destinos políticos de la película de la nación.  

Fue un proceso lento de pérdida de cordura y protagonismo, que tuvo dos causas fundamentales. Por una parte, la enfermedad que lo obligó a dejar el poder en 2006 y por otra, la constatación del gobierno de Raúl Castro de que se necesitaba una nueva mirada, opina el historiador británico Sebastian Balfour, autor de Fidel Castro: una biografía política.

El profesor de la London School of Economics asegura que, pese a la evidente tendencia a la invisibilidad, es difícil saber a ciencia cierta qué influencia ejerció Castro sobre la escena política cubana actual. Pero duda que actuara como personaje antagonista del hermano gobernante. Ya no son tiempos de Hamlet.

Sin embargo, el politólogo e historiador cubano Rafael Rojas leyó algunas muestras de inconformidad en las últimas señales de humo del ideólogo de la revolución y en otras que aparecieron antes, cuando Raúl Castro heredó la batuta y comenzó a dirigir la banda unánime del gobierno y del Partido Comunista.

De acuerdo con Rojas, las reformas iniciadas por el general levantaron taciturnos estertores del hermano convaleciente, sobre todo las encaminadas a abrir puertas al sector privado y a cortar cordones umbilicales con Caracas y el “ eje bolivariano”.

Uno de los clímax del latente recelo, asegura, tuvo lugar cuando La Habana y Washington decidieron poner de lado, al menos en el plano diplomático de las apariencias, la terca disputa que fue base de la política, el discurso y la vida pública de Fidel Castro desde su ascenso al poder.

En Cuba todo el mundo se preguntaba, discretamente, qué diría el "comandante" sobre esa dudosa jugada del hermano. Pero todo fue arduo silencio durante un mes, al cabo del cual Fidel escribió sus opiniones en una carta dirigida a sus "compañeros" de la Federación Estudiantil Universitaria -la organización ideológica de los alumnos de nivel superior- que reprodujo la prensa oficial el 26 de enero de 2015.

En aquel texto, Castro arengó que no confiaba en la política de Estados Unidos (ya no refiriéndose al “imperio”, como solía hacerlo hasta entonces). Pero dijo que apoyaba el acercamiento.

El 14 de agosto de 2015, el secretario de Estado John Kerry visitó La Habana y Castro no pudo quedarse callado ante semejante atrevimiento. Volvió a escribir, ahora sobre uno de sus temas preferidos: el bloqueo-embargo y la indemnización que debe pagar Washington para que sea posible una normalidad diplomática.

Lo cierto es que, sin indemnización y con embargo, el octogenario líder cubano volvió a ver la bandera gringa ondear sobre el cielo de La Habana. Una paradoja ideológica impensable para generaciones de cubanos y para él mismo, como lo fue también su venida a menos, apreciable incluso en las decoraciones domésticas de la isla.

Ya no abundan en las casas de Cuba las fotos gigantes del “comandante” - barba reluciente, impecable verde y dedo amenazador- que hasta hace unos años presidían las salas y la entrada, desde el mismo lugar donde, previo a 1959, se colocaba como tradición piadosa al sagrado corazón de Jesús.

Tampoco las puertas muestran los carteles de uso obligado donde se leía “ Fidel, esta es tu casa” u otras lisonjas combativas por el estilo. Su nombre ya solo se escucha de forma frecuente detrás de los ¡vivas! finales y reiterativos de los discursos, las largas peroratas que se declaman en Cuba, como él bien enseñó, por casi cualquier motivo.

El largo camino hacia el adiós

Desde su renuncia y cesión del poder en julio de 2006, las apariciones de Castro tendieron a ser en blanco y negro, en forma de columnas en los periódicos de la isla que él mismo denominó “ Reflexiones”.  

En muchas ocasiones, la prensa nacional solo contaba con una o dos planas para comentar las noticias del día anterior. El resto de las páginas eran ocupadas por largas catilinarias contra el “imperio” o disertaciones sobre el hambre en el mundo o los peligros de una guerra nuclear.

Las “Reflexiones” fueron disminuyendo en tiempo, forma, contenido y sensatez. Terminaron hablando sobre la expansión del universo y sobre los beneficios del yoga y la moringa, una planta de origen asiático a la que Castro veía como sustituta ideal del huevo y de la leche.

Tanta fue su pasión que mandó a distribuir los arbustos en bolsas de tierra para su cultivo en varias provincias de Cuba; un hecho que aumentó el uso de antidiarreicos y sales de rehidratación entre muchas personas que no sabían cómo consumir la yerba.

Nada nuevo. En la isla todo el mundo recuerda cuando a Castro se le ocurrió bordear La Habana con un cordón de árboles para reducir el impacto de los vientos de los huracanes o cuando diseñó un complejo experimento para aumentar la producción de leche nacional: refrigerar con una escafandra especial la cabeza de las vacas, inadaptadas e improductivas por el calor tropical.

Con el tiempo, dejó de publicar las columnas y sus apariciones se hicieron cada vez más esporádicas. Y sus ausencias prolongadas fueron siempre objeto de especulaciones mediáticas y conjeturas mortuorias.

Últimas imágenes del naufragio

En Cuba, ya casi nadie se preguntaba 'dónde está el “comandante”' cuando tardaba meses sin aparecer. Por el contrario: casi todo el mundo se preguntaba 'dónde está el “comandante”' cuando volvía a aparecer. Dónde quedó, qué fue de él.

La imagen del hombre fuerte y desafiante sobre la que orbitó la isla en el imaginario de la izquierda internacional deshizo en tiernas fotos de un anciano quebradizo, por quien resultaba humanamente difícil no sentir compasión.

Para la directora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, Ana Covarrubias, las últimas fotografías de Castro publicadas por la prensa eran la metáfora fehaciente del cierre de un capítulo del pasado de Cuba.

" Se ve una persona que no tiene nada que ver con la imagen del guerrillero robusto a la que nos acostumbró. Es un Fidel envejecido, muy debilitado. Y eso, de alguna manera, opera también a nivel de imaginario en quienes lo ven, por todo lo que él representó. Son imágenes que están mandando un mensaje claro: es el fin de una época y el comienzo de otra, que todavía no sabemos adónde va", considera la también integrante del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales.

Tal vez por ello, Covarrubias cree que la desaparición de Castro no contará con el revuelo mediático que hubiera levantado hace un tiempo atrás.

La muerte de Fidel tendrá, lógicamente, un fuerte impacto; pero no será el mismo que hubiera tenido hace 10 años. Será un hecho que marcará a varias generaciones; sobre todo a la que creció con la revolución, no tanto así a las más jóvenes. Las más jóvenes están enfocadas en el futuro, en los cambios que pueden ocurrir para hacer su futuro mejor, sin tener que salir de la isla. Y eso no es lo que representa para ellos Fidel”, dijo.

Así, Castro tuvo el raro privilegio de ser testigo de su propia muerte, de representarla en los últimos tiempos como actor de reparto en la escena internacional.  No una muerte física que es, al final, solo un trámite burocrático; sino una más lenta: la de la indiferencia, la del olvido

De alguna forma, Cuba ya asistió a sus largos funerales sin darse cuenta, con la misma inocencia con la que Fidel bailó hace 60 años en una película technicolor, en casa de un embajador yanqui.

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