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En la ciudad más musulmana de EEUU esperan con ansiedad el arranque de la era Trump

Hamtramck, que recientemente se convirtió en la primera ciudad estadounidense con una mayoría de musulmanes, se enfrenta con desasosiego a lo que pueda deparar el mandato de un presidente que sienten que les odia.
22 Dic 2016 – 11:44 AM EST
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HAMTRAMCK, Michigan. Quizás haya pocos lugares en Estados Unidos más opuestos a la fantasía de un Estados Unidos grandioso a la que aspiran los seguidores más racistas de Donald Trump que Hamtramck.

En esta comunidad de unos 22,000 habitantes en el área metropolitana de Detroit, la primera con una mayoría islámica en Estados Unidos, los musulmanes practican su religión con una libertad que no tienen en otros lugares del país. Las mezquitas hacen su llamado al rezo por altavoces y las mujeres andan por la calle cubiertas con hiyab (el velo que les cubre el cabello) o con niqab (que les deja solo al descubierto los ojos).

Cuando Hammtramck (que en inglés se pronuncia Ham-tram-ik), se despertó el 9 de noviembre con la noticia de que Trump había ganado la elección a muchos aquí les pareció que estaban atrapados en una pesadilla.

Esa mañana las ruidosas aulas de Hamtramck High School quedaron casi en silencio. "No te lo podrías imaginar. Todo el mundo estaba triste, los estudiantes estaban preocupados por sus vidas y las de sus familias", recuerda el alumno de 17 años Tahmim Siddiquee.

En la mezquita Islamic Center of Hamtramck, los fieles de la comunidad yemení buscaban consuelo en el imán Yasser Aghah. "Algunos habían llorado y decían que habían pensado en volver a Yemen con sus hijos nacidos aquí", dice Aghah.

A las 5.18 AM, solo dos horas después de que Trump apareciera ante los suyos tras conocer el resultado, la alcaldesa de origen polaco, Karen Majewski, publicó un mensaje en Facebook solidarizándose con la angustia de sus vecinos musulmanes: "Como muchos de ustedes estoy preocupada por lo que la presidencia de Trump supondrá para este país y el mundo, así como para nuestra ciudad, sus familias y cada uno de nosotros como individuos".

En el mes siguiente a la elección los ánimos se han sosegado en esta comunidad pero muchos siguen asustados por lo que pueda deparar el futuro mandato de un presidente que muchos sienten que les odia. Como pasa en tantas otras comunidades musulmanas y de minorías como la hispana, en Hamtramck se ha extendido la angustia sobre si Trump cumplirá sus planes más draconianos, como las deportaciones masivas o la prohibición de entrada a inmigrantes musulmanes, pero sobre todo hay miedo a los seguidores más racistas y violentos del republicano.

Dentro de Hamtramck los musulmanes se sienten respetados, pero las cosas son diferentes cuando viajan a otras zonas del área metropolitana de Detroit como los suburbios blancos donde Trump obtuvo buena parte del apoyo que le permitió ganar en Michigan.


Hay musulmanes que advierten alarmados que hay gente que ha dejado de verlos como seres humanos, dice Dawud Walid, el director ejecutivo en Michigan de la mayor organización activista musulmana a nivel nacional, CAIR.

Tras la elección, un par de mezquitas de Michigan han recibido una carta idéntica que describía a los musulmanes como "hijos de Satanás" y "gente vil y asquerosa" y acababa con el mensaje "larga vida al presidente Trump y Dios bendiga a EEUU". La misma misiva ha sido enviada a otras mezquitas del país.

Son parte de la oleada de crímenes de odio contra los musulmanes que han aumentado por todo el país hasta niveles no vistos desde 2001 en el período posterior al 11-S.

En un caso que se viralizó este miércoles, un conocido YouTuber de origen árabe, Adam Saleh, tuiteó un video mientras era expulsado de un vuelo Londres-Nueva York por la aerolínea Delta al formarse un altercado antes del despegue. Saleh asegura que la expulsión se produjo únicamente porque una veintena de pasajeros se quejaron porque le escucharon hablar árabe por teléfono, algo que está siendo investigado por la aerolínea. Críticos de Saleh le desacreditaron señalando que el YouTuber se ha hecho conocido por hacer bromas provocadoras.

Las encuestas hechas durante la elección muestran la alta islamofobia que padecen los seguidores de Trump. Un 51% de estadounidenses le dijo a YouGov en marzo que estaba a favor de su propuesta de prohibición total de entrada a inmigrantes musulmanes "hasta que los representantes del país puedan averiguar qué está pasando". Los seguidores más racistas del republicano confesaron que la palabra "violentos" es la que describe "extremadamente bien" a los miembros de esta religión.

Ejemplo notable de ese repudio es el veto municipal el año pasado al proyecto de mezquita en Sterling Heights, un suburbio de Detroit donde los vecinos se manifestaron con carteles clamando "No los queremos". Las autoridades federales presentaron la semana pasada una demanda a la ciudad por supuesto trato discriminatorio.

En medio del pánico que desató el triunfo de Trump, los residentes de Hamtramck organizaron en las dos semanas posteriores a la elección dos marchas con mensajes de respeto a la diversidad. Una se concentró frente a la bibiloteca local "en apoyo a la comunidad musulmana" y otra fue organizada por el estudiante Siddiquee en la escuela de secundaria y su mensaje era "por la paz y la unidad".

"Queríamos mostrar cómo debería ser el aspecto de Estados Unidos", dice el estudiante Siddiquee, que tomó la iniciativa de convocar la manifestación, respaldado por la administración de la escuela. Siddiquee pone a Hamtramck como ejemplo a seguir para el resto del país. "Ésta es una gran ciudad donde todos aceptan las diferencias".


Nuevo rostro de EEUU

La historia de cómo Hamtramck se convirtió en la ciudad más musulmana de EEUU es un ejemplo asombroso de lo rápido que cambia el rostro de este país de inmigrantes.

En el siglo XIX granjeros de origen alemán se asentaron en este territorio cuyo nombre procede del general que lo había defendido en la guerra contra las tribus de nativos americanos. A principios del siglo pasado se convirtió en una pequeña Polonia durante el boom del automóvil en Detroit, cuando llegaron decenas de miles de polacos atraídos por los trabajos en las fábricas.

Hoy los polacos que quedan aquí -solo un 11% de la población- son en su mayoría ancianos; por las calles corretean decenas de niños yemeníes gritando en árabe detrás de balones de fútbol. Pertenecen a la oleada más reciente de inmigrantes, los que escapan de la violencia en Yemen y a ellos se han unido algunos refugiados sirios. Esta nueva y fértil generación es una clara evidencia de que la ciudad seguirá islamizándose.

Por toda la ciudad se percibe la expansión de la nueva comunidad. Una gran mezquita de 20,000 pies cuadrados que tendrá un minarete será construida en la antigua tienda de muebles en una de las esquinas del cruce de las dos calles principales, Jos Campau y Caniff.

Un mercado polaco cerró recientemente en la calle Jos Campau. Los nuevos dueños han colocado sobre la puerta un cartel que anuncia en inglés y árabe la próxima apertura y aún no han retirado las grandes letras rojas sobre fondo blanco que anunciaban el viejo comercio en los colores nacionales polacos.


Los inmigrantes musulmanes de distintas comunidades (sobre todo de Bangladesh, India, Bosnia y Yemen) comenzaron a llegar de forma notable a Hamtramck en los '90. Algunos buscaban vivienda más asequible en esta ciudad empobrecida por la marcha de fábricas. Muchos de los recién llegados venían empujados desde otros lugares del área metropolitana de Detroit, donde la comunidad musulmana es una de las mayores de Estados Unidos y su arraigo se remonta a hace más de un siglo. Otros viajaron directamente desde sus países, escapando de la guerra como los bosnios en los '90 o los yemeníes en años recientes.

Desde el año pasado la ciudad tiene un gobierno municipal de mayoría musulmana, con cuatro concejales de esa religión de un total de seis. La alcaldesa Majewski es de descendencia polaca, al igual que todos sus predecesores desde 1921, pero los residentes hablan de que con las elecciones locales del año que viene Hamtramck tendrá probablemente su primer alcalde de descendencia musulmana.

El centro de estudios local Piast Institute concluyó el año pasado con base en datos de nacionalidad del censo que los ciudadanos musulmanes practicantes o de origen musulmán eran ya un 51% de residentes. "No hay ni de lejos ninguna ciudad en Estados Unidos con un porcentaje tan alto de personas de cultura o religión islámica", dice Thaddeus Radzilowski, que dirige el Piast Institute.

Como el censo tiene prohibido por ley hacer preguntas sobre afiliación religiosa, no es posible saber cuántos musulmanes viven en el país. La cifra que aportan los estudios oscila entre tres y ocho millones de musulmanes.

Radzilowski es un profesor de origen polaco de 78 años que enseña en la University of Michigan. Nacido y criado en Hamtramck, ha visto la evolución de la ciudad y dice que la convivencia es buena entre los musulmanes y no musulmanes (tanto polacos como un grupo también considerable de afroestadounidenses).

"Tensiones sí ha habido y es natural", dice Radzilowski. "Hablas polaco toda tu vida y tus vecinos siempre han sido polacos, y de repente empiezas a ver en la calle a niños jugando hablando un idioma que no entiendes, pero nunca ha habido grandes incidentes".


Los residentes de Hamtramck lamentan que los medios hayan magnificado en ocasiones esas tensiones y ponen como ejemplo el caso que en 2004 hizo conocida a esta ciudad cuando fue aprobada una ordenanza municipal que regulaba las llamadas al rezo en la mequita Al Islah, en el centro de la ciudad.

La norma había tenido su origen en las quejas de un grupo de ancianos polacos que vivían cerca de la mezquita. Una controversia local acabó convirtiéndose en un asunto de interés internacional, presentada como un caso de discriminación que motivó una oleada de cartas a la ciudad desde lugares como Hong Kong o España.

Radzilowski recuerda que los líderes de la comunidad polaca y musulmana devolvieron la armonía con un rezo conjunto junto a la estatua en la ciudad que conmemora la visita en 1987 de Juan Pablo II, el papa polaco. La comunidad bangladesí se comprometió ese día a donar $500 para la renovación del monumento y el evento fue seguido con una cena servida por los cocineros de un restaurante polaco y otro bengalí.

El profesor dice que el cambio demográfico no se debe a ningún éxodo de polacos resentidos con los musulmanes recién llegados, como podría pensarse. Explica que los descendientes de los obreros polacos se fueron ante la escasez de empleos por las crisis en la ciudad de los autos y los que consiguieron estudios universitarios y trabajos cualificados se asentaron en otras zonas de Detroit o del país.

"Los polacos de Hamtramck nunca se fueron. Simplemente se murieron", sintetiza el profesor.

Juntos pero no revueltos

Quienes quedan hoy en Hamtramck son muchos de los pertenencientes a la primera generación. Un domingo reciente uno de los restaurantes polacos de más tradición, Polish Village Cafe, estaba lleno con comidas familiares, con algunos comensales venidos desde otros lugares del país para celebrar con los suyos el período prenavideño.

"Hamtramck tiene un ambiente muy único con gente muy diferente que conviven sin problemas", dice Carolyn Wietrzyaowski, la gerente del restaurante.

Aún así, en Hamtramck cada comunidad va por su lado siguiendo caminos paralelos y no puede decirse que Hamtramck sea un modelo de convivencia. En la puerta del restaurante Polish Village Cafe hay un cartel que incluso en broma puede ser interpretado como ofensivo por algunos: "Parqueadero solo para polacos. Los demás vehículos serán remolcados".

En el club de boxeo Hamtramck, el entrenador polaco Ted Palac perdió a parte de su clientela tradicional cuando llegaron aprendices de boxeador de origen musulmán. "Muchos rusos, ucranianos y polacos se fueron de mi gimnasio. No querían entrenar juntos", dice Palac.

Unas ancianas que asisten a la misa del mediodía en la iglesia de San Florián, más alta que la catedral de Detroit, no tienen buenas palabras para los nuevos residentes. "Nos están conquistando", dice una de ellas, de 92 años, que no quiere dar su nombre porque no quiere hablar mal de sus vecinos.


Hay musulmanes americanizados como Nazel Huda que critican a sus vecinos por no hacer esfuerzos de asimilación. "Si te cubres con un hiyab te separas de los demás", dice Huda, un bangladesí de 39 años que trabaja de policía en la ciudad vecina de Highland Park.

Los propios musulmanes no se juntan del todo entre ellos. Cada mezquita -siete en total- se orienta a servir a cada una de las comunidades nacionales en Hamtramck. Bosnios con bosnios, yemeníes con yemeníes, etc.

Pero a diferencia de Detroit -una de las ciudades más segregadas de Estados Unidos- en Hamtramck los vecinos de distintas nacionalidades viven unos al lado de otros en bungalós de dos pisos construidos separados por poca distancia. Esta es la ciudad más densa del área metropolitana de Detroit, con 22,000 personas viviendo en 2.1 millas cuadradas (5.4 km2) lo que según muchos ha facilitado la integración del vecindario.


"Aquí en Hamtramck solemos decir que tenemos el mundo entero concentrado en solo 2.1 millas", dice Anam Miah, un concejal de origen bangladesí.

Él mismo está preocupado por el odio creciente contra ellos, sobre todo cuando su madre o su hermana, que se cubren con el velo islámico hiyab, salen de compras o al parque. "Hay gente sin consideración, que no toman en cuenta el factor humano".

Pero Miah y otros líderes musulmanes de la comunidad han optado en este período previo a la toma de posesión de Trump por tranquilizar a los suyos para evitar que se contagie el pánico.

"Les digo que conozco la Constitución y que en este país a diferencia del nuestro, Trump no tiene poder para hacer lo que quiera", dice el imán yemení Aghah. Otro imán, el bangladesí Abdul Motlib, asegura que no tiene ninguna preocupación y argumenta que la naturaleza materialista del presidente electo le impedirá cumplir con sus promesas de campaña.

"Trump tiene negocios con Bangladesh, India, etc. Así que no hará ninguna locura porque él tiene el dinero en su mente".

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