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Joe Biden

Si Biden decide no lanzarse a la reelección, corre el riesgo de convertirse en un "pato cojo"

El índice de aprobación del presidente se mantiene bajo y las encuestas apuntan a que los estadounidenses no quieren que busque un segundo periodo en la Casa Blanca; pero si no se lanza, su presidencia enfrentaría otros obstáculos, señala un experto.
Publicado 14 Ago 2022 – 02:17 PM EDT | Actualizado 14 Ago 2022 – 02:23 PM EDT
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Mientras que los índices de aprobación del presidente Joe Biden siguen rondando el 40% y las encuestas muestran repetidamente que la mayoría de los estadounidenses no quieren que se lance a la reeleción, los voceros de Biden insisten en que planea hacerlo.

Sería más sorprendente si no se lanza.

Ningún presidente que califica para una reelección ha dejado de correr desde 1968. Anunciar que no planea lanzarse convertiría a Biden en lo que se conoce como un “pato cojo” ( lame duck, en inglés) y haría que sea mucho más difícil que logre sus objetivos.

‘Muchas cosas pequeñas’

Cuando un presidente es considerado como un “pato cojo” su tiempo en el cargo tiene una fecha de caducidad conocida. Los presidentes en su segundo término y aquellos que acaban de perder la reelección caen en esta categoría, al igual que aquellos mandatarios que deciden no buscar una segundo término.

En la naturaleza, un pato que cojea es particularmente vulnerable ante los depredadores porque no puede seguirle el paso a los otros patos. Antes de que el término se usara en la política, se empleaba en la industria financiera del siglo 18 para referirse a alguien con problemas financieros que era vulnerable a los acreedores. En política, los patos rengos están indefensos ante sus rivales porque el resto del mundo político siguió adelante y los dejó atrás, tambaleándose.

Es frecuente que entre la elección de noviembre y la inauguración en enero los patos cojos no puedan lograr nada legislativo. Por el contrario, solo pueden alcanzar lo que puedan concretar por sí mismos.

Es en ese periodo cuando muchos presidentes emiten gran cantidad de perdones, particularmente aquellos que son controversiales. Pero su récord legislativo durante ese periodo de pato cojo es triste, pues el Congreso tiene poco incentivo para trabajar con alguien que pronto se habrá ido.

Estos patos rengos post-electorales han sido un problema político desde los principios de la historia de Estados Unidos.

En 1801, John Adams designó a docenas de “jueces de medianoche” a puestos creados por el Congreso Federalista, en un intento por limitar los poderes del presidente entrante Thomas Jefferson y sus aliados en el Congreso.

En 1861, el presidente saliente James Buchanan no hizo nada para intentar detener la secesión de estados sureños, viéndolo como un problema de Abraham Lincoln. Benjamin Harrison tomó medidas en 1893 para dañar la economía solo para hacerle más difícil el gobierno a Grover Cleveland. Herbert Hoover en 1933 se negó a cambiar el curso de la política económica, pese a que el público eligió a Franklin Roosevelt y claramente quería un cambio.

Ya para los años 30, la frustración con estos periodos de patos rengos llevó a la introducción de la Enmienda 20, que adelantó la fecha de la inauguración del 4 de marzo al 20 de enero, lo que redujo el periodo del lame duck en seis semanas.

Con menos tiempo para persistir, los presidentes han todavía encontrado vías para tomar muchas pequeñas acciones en un intento por construir su legado, proteger sus logros o, especialmente para los que han perdido su intento de reelección, hacerle la vida más difícil al próximo presidente. Barack Obama usó órdenes ejecutivas en sus últimos dos años de presidencia para cumplir con políticas que no había podido impulsar a través del Congreso. Donald Trump firmó órdenes ejecutivas para introducir cambios de último momento con la intención de darle dolores de cabeza adicionales a Joe Biden.

‘Noticia vieja’

Algunos presidentes son patos cojos por periodos más largos –aquellos que no pueden volver a lanzarse tras servir por dos términos, o los extraños pocos que anuncian durante su primer periodo que no buscarán la reelección. Estos enfrentan un problema de gobernanza distinto.

Los presidentes de segundo término generalmente puede lograr cosas en los primeros dos años de su segundo periodo; tres, si son populares. Pero una vez que arranca el ciclo electoral siguiente, tanto la prensa como el público vuelcan su atención a los candidatos, y el presidente pierde en gran medida su habilidad para controlar la narrativa en los medios o llegarle al público.

Cuando los candidatos declaran que están lanzándose, la prensa trata a los presidentes considerados ‘patos cojos’ como noticia vieja, con una actitud desdeñosa hacia lo que sea que el presidente saliente pueda estar haciendo.

El Congreso, especialmente uno controlado por el partido opositor, tomará usualmente la misma postura. En el último año de Obama como presidente, por ejemplo, los republicanos en el Congreso bloquearon todos sus esfuerzos, incluyendo su intento de designar a un juez a una vacante en la Corte Suprema.

Como académico experto en la presidencia que ha estudiado elecciones y transiciones, creo que si Biden anuncia que no se lanzará a la reelección, habrá un vuelco inmediato e ineludible en los medios, el Congreso y el liderazgo del Partido Demócrata para enfocarse en las elecciones de 2024. Enfrentará el mismo tipo de trato que han experimentado los anteriores ‘patos cojos’, especialmente si los republicanos ganan el control de la Cámara o del Senado, o ambos, en las elecciones de medio término de 2022.

Campo abierto para otros candidatos

El destino de Biden en manos del Congreso, la prensa y el público podría ser incluso peor, pues es muy probable que la decisión de no buscar la reelección sea vista como un fracaso.

Solo tres presidentes en su primer periodo han optado por no lanzarse a un segundo periodo. El caso más parecido es el de Lyndon Johnson, quien había estado en el cargo cerca de cinco años, tras culminar el término que dejó el asesinado presidente John F. Kennedy y ser elegido a su propio periodo completo en 1964.

Cuando Johnson decidió que no aspiraría a la reelección en 1968, estaba perdiendo el apoyo del público ante una guerra impopular en Vietnam y una importante oposición dentro de su propio partido.

No está claro cuándo exactamente decidió que no se lanzaría de nuevo, pero el anuncio de que no entraría en la carrera no se dio hasta después de la primaria en New Hampshire al principio de 1968. Para ese momento, su capacidad para gobernar de forma efectiva había sido muy socavada por los efectos de la Guerra en Vietnam, y la atención de los medios se alejó rápidamente de él para enfocarse en otros candidatos que podrían reemplazarle.

Si Biden anuncia que no se lanzará, eso abrirá el campo a potenciales candidatos demócratas que no estarían dispuestos a enfrentarse a un presidente en el cargo de su propio partido. A estos candidatos les gustaría saber lo antes posible para lanzar sus propias campañas temprano.

Pero Biden querrá retrasar el anuncio para mantener la atención de los medios en su gobierno y objetivos que desea alcanzar, especialmente aquellos que requieren de la acción del Congreso. Después de todo, su periodo en el cargo dura hasta el 20 de enero de 2025, se lance o no. Para lograr cualquier cosa en esos dos últimos años, necesitará mantener a la prensa y al Congreso enfocados en su gobierno.

Esto causará tensión entre los aspirantes a la presidencia y el hombre que actualmente la ocupa. Pero Biden, como cualquier otro presidente, está más preocupado por su propia agenda que por las campañas políticas de otros. Su agenda tiene más oportunidad si se lanza, que si decide no hacerlo.

Sin embargo, la combinación de su edad avanzada e impopularidad hacen que sea verosímil que decida abstenerse de buscar un segundo periodo. Si esa es su decisión, es probable que se tome el mayor tiempo posible antes de anunciarlo. A partir del momento en el que se convierta en un pato cojo, es seguro que lo días más productivos de su presidencia habrán pasado.


Michael J. Faber es profesor de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Texas.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation (https://theconversation.com/) . Lea el original en inglés aquí .

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