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Sentimientos y Emociones

La ciencia explica por qué las sonrisas (y los bostezos) se contagian

Los humanos copian la expresión facial del otro para sentir la misma emoción y actuar en consecuencia
11 Feb 2016 – 02:54 PM EST
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Por Noelia González @NoeliaGMo

Lo has escuchado desde que eras pequeño: hay que “ponerse en los zapatos del otro” para entender lo que este siente. Así es como la sabiduría popular explica la empatía. Pero, ¿cómo lo hacemos? Los científicos tienen una explicación: la clave está en imitar las expresiones faciales, como la sonrisa.
Las personas son capaces de copiar estas expresiones – de enojo, tristeza, alegría- y así simular lo que el otro siente. En otras palabras, el ser humano actúa como espejo de la cara del otro para poder experimentar las mismas emociones y decidir qué hacer al respecto.

Este mecanismo es el foco de un nuevo estudio publicado el 11 de febrero en la revista científica Trends in Cognitive Sciences. Este revisa evidencia de que las personas imitan las expresiones faciales de los demás para activar las mismas emociones en sí mismos.

Por ejemplo, si detectamos ojos redondos, cejas arqueadas, boca entreabierta formando una “o”, nuestro cerebro nos dice que el otro está asustado. En tanto, ver lo ojos entrecerrados y la boca arqueada hacia arriba, nos indica que estamos frente a una sonrisa. Podemos reconocer estas expresiones porque nosotros también las hemos hecho.

El proceso (llamado simulación sensoriomotriz) no es intencional sino que sucede de forma automática y las personas lo hacen de forma inconsciente. Es una cuestión de milisegundos.

Según dijo a Univision Noticias la autora principal del estudio, la psicóloga social y profesora de la Universidad de Wisconsin, Paula Niedenthal, “lo más importante que sucede luego de reconocer una expresión facial es que altera nuestro comportamiento”.

Si vemos a alguien sonriendo nuestra cara también esbozará una sonrisa, o al menos sonreiremos internamente. Como reacción, quizás nos acercarnos a esa persona. Por el contrario, si vemos que el otro está enojado, tenderemos a alejarnos. Pero estas reacciones son relativas, explicó Niedenthal, ya que también actuamos con base en la relación que tenemos con esa persona: “Quizá no queramos alejarnos de un bebé enojado tanto como queramos alejarnos de un adulto enojado”, dijo.
Frente a frente

Basta con mirar al otro a los ojos para iniciar este proceso de simulación de emociones. Sin embargo, el contacto visual no es requisito. Incluso en la era digital, donde gran parte de la comunicación tiene lugar desde el celular, encontramos la forma de compensar ese contacto visual perdido: a través de los emoticones o emojis cuando mandamos mensajes de texto, o mirándonos a través de la pantalla cuando hablamos Skype, explicó Niedenthal.

Pero no todos pueden convertirse en espejo de las emociones ajenas. El mecanismo puede fallar en algunas personas, y las razones van desde el uso prolongado del chupete en los bebés, hasta desórdenes del espectro autista (estas personas suelen evitar el contacto visual). Los pacientes con parálisis temporal o permanente en el rostro también se ven afectados. Niedenthal y su equipo buscan investigar más al respecto, para poder entender mejor y tratar esos problemas.

La sonrisa falsa

El estudio también sugiere que podemos entender emociones complejas a partir de los datos que recibimos de la cara del otro. Así, podemos detectar si una sonrisa es auténtica o falsa. El término adecuado es “sonrisa enmascarada”, aclaró Niedenthal, y es aquella que “esconde algo más, como sentimientos negativos”. Por ejemplo, una enfermera que mira a un paciente malherido sonríe porque, si mostrara cara de espanto, el paciente se asustaría.

Finalmente, los investigadores creen que en países donde conviven muchas culturas debido a la inmigración, como en Estados Unidos, el mecanismo cobra más importancia: si el lenguaje y las costumbres no son iguales para todos, al menos podemos imitar la expresión de los otros para simular sus emociones y entendernos.
Aunque no sea posible ponerse en los zapatos de otra persona, podemos ponernos su sonrisa y sonreír con ella.

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