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¿Demasiada justicia?

"Detrás del afán de prohibir 'woke' o el 'estar despierto' late el temor a llevar demasiado lejos la lucha cívica por la justicia. 'The fear of too much justice', le llamó alguna vez el magistrado de la Corte Suprema William Brennan. Es un temor infundado. La justicia es un ideal al que siempre aspirarán las personas decentes sin que en realidad logren alcanzarlo del todo. Precisamente en su búsqueda constante yace su mayor mérito y su mejor recompensa".
Opinión
Director de Integración de Redes y Multiplataformas y Redactor Jefe de Televisa Univision.
2023-03-06T13:07:30-05:00
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Los choques entre liberales y conservadores se hacen cada vez más intensos en EEUU. Crédito: ERIC BARADAT/AFP via Getty Images

Cada elección en Estados Unidos suele ser una lucha ideológica y verbal sobre dos maneras de ver y plantear mejoras en la sociedad. Desde hace varias contiendas, una forma en que se ha manifestado esa lucha tiene que ver con “woke”, palabra que en español podemos verter, más o menos libremente, como “despierto”. El problema es que, como suele ocurrir con frecuencia, extremistas a ambos lados del espectro político están dominando el debate sobre el tema.

No queda del todo claro el origen de “woke” como idea política y social. Pero los entendidos lo atribuyen al novelista afroamericano William Melvin Kelley, quien en los años sesenta escribió el ensayo “If You’re Woke, You Dig It”, el cual otra vez libremente podemos traducir por “Si estás despierto, lo entiendes”. En él exhortó a los estadounidenses de todas las razas, religiones y condiciones sociales a permanecer alertas a las injusticias que se derivan del racismo, la discriminación y de otros modos de explotación y abuso.

Casi seis décadas después, Donald Trump y sus asociados convirtieron la batalla contra “woke” en un banderín electoral.

Promovieron la idea de que la palabreja encarna las peores formas de corrección política y permite a radicales de izquierda presentarse como moralistas del progresismo. Durante su presidencia, Trump se inspiró en ella para eliminar los entrenamientos sobre diversidad étnica y acción afirmativa de los programas y agencias del gobierno federal. Su discípulo floridano, Ron DeSantis, ha recogido el manto y proclamado a la Florida como el primer estado libre de “wokeness”.

En la batida contra woke, DeSantis de hecho se ha revelado más trumpista que Trump. Proclamó que la Florida “nunca se rendirá a la agenda woke” y desató una implacable campaña para erradicar de los colegios y universidades estatales contenidos que hablen de raza, incluyendo los estudios afroamericanos en las secundarias públicas. También exigió que se limiten los estudios sobre “opresión sistemática” y discriminación por género y orientación sexual.

Del otro lado del espectro político, extremistas de izquierdas han invocado “woke” para demandar que se recorten los fondos de los departamentos de policía, que se eliminen palabras del léxico común, especialmente del académico y del periodístico, porque supuestamente ofenden a minorías, a mujeres o a gays y que se repudie a candidatos, republicanos y demócratas, que hayan sido o sean insensibles a estos reclamos. Como columnista de opinión, he padecido esta especie de “puritanismo del despertar”.

Esta actitud radical de algunos liberales provocó una sonada crítica del expresidente Obama quien escribió: “Tengo la impresión de que ciertos jóvenes en las redes sociales creen que la forma de generar el cambio es juzgar lo más posible a otras personas”. Y agregó: “Basta ya. Si todo lo que haces es tirar piedras, probablemente no llegues muy lejos”.

Por avanzada que sea, ninguna sociedad democrática puede darse el lujo de renunciar a identificar, criticar y buscarles remedios a sus fallas e imperfecciones. Estados Unidos no es la excepción. En el ámbito de las injusticias raciales o de cualquier otro tipo, siempre debe haber espacio para la discusión libre y la búsqueda de soluciones. Para ello, es preciso liberar el debate nacional sobre estos asuntos vitales del yugo a que lo han sometido los extremistas de derechas e izquierdas.

Mantenerse despierto ante las injusticias, inclusive en la más justa de las sociedades, es un deber fundamental. En ello le va la vida a la democracia y a la libertad. Porque la sociedad democrática y libre que admiramos y en la que deseamos vivir es un proyecto permanente, inacabado siempre, que se alimenta de la confrontación de diversos puntos de vista sobre las supuestas injusticias, el debate sin cortapisas de posibles soluciones y la enseñanza a los jóvenes de cómo participar de manera activa en estas deliberaciones.

En lo que concierne a “woke” ha habido y hay excesos a ambos lados del debate. Pero la solución no es eludir ese debate ni mucho menos prohibirlo con medidas coercitivas que implican abusos de poder. La solución es esforzarse por librarlo con civismo, evitando las descalificaciones estériles y las represalias que a la larga resultarían contraproducentes.

Detrás del afán de prohibir “woke” o el “estar despierto” late el temor a llevar demasiado lejos la lucha cívica por la justicia. “The fear of too much justice”, le llamó alguna vez el magistrado de la Corte Suprema William Brennan. Es un temor infundado. La justicia es un ideal al que siempre aspirarán las personas decentes sin que en realidad logren alcanzarlo del todo. Precisamente en su búsqueda constante yace su mayor mérito y su mejor recompensa.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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