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La lucha por la dignidad laboral

"Para que nuestra economía funcionase antes y durante la pandemia, y para que continúe funcionando ahora, millones de trabajadores han tenido y tienen que trabajar largas horas por salarios modestísimos. Es lo que hacen seis de cada 10 padres solteros, cinco de cada 10 afroamericanos y cuatro de cada 10 mujeres. Para no hablar de migrantes recién llegados al país".
Opinión
Director de Integración de Redes y Multiplataformas y Redactor Jefe de Televisa Univision.
2023-05-08T12:55:02-04:00
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"El país clama por un diálogo amplio sobre la necesidad de mejorar a millones de trabajadores...". Crédito: SEIU Local 99 - Getty Images

Hace unos meses, cuando empezaba a declinar la pandemia, aunque seguía siendo una seria amenaza, fui testigo de cómo la gerente de un supermercado en Miami regañaba a una cajera por llevar mascarilla. “Quítatela porque espanta a nuestros clientes, no les gusta”, le decía, lo suficientemente alto como para que escucharan otros empleados y los clientes. La azorada señora, que rozaba los 60 años, obedeció sin chistar.

Me pregunté entonces cómo era posible semejante arbitrariedad en un medio de alto riesgo, como es cualquier supermercado durante una pandemia, y por qué la cajera no hacía el más mínimo intento por rebelarse ante el evidente abuso. La respuesta me llega ahora, cuando el país atraviesa por una serie de protestas laborales que por lo menos en algunos estados están robusteciendo el largamente deprimido movimiento laboral.

Para que nuestra economía funcionase antes y durante la pandemia, y para que continúe funcionando ahora, millones de trabajadores han tenido y tienen que trabajar largas horas por salarios modestísimos. Es lo que hacen seis de cada 10 padres solteros, cinco de cada 10 afroamericanos y cuatro de cada 10 mujeres. Para no hablar de migrantes recién llegados al país.

En conjunto, son la espina dorsal de nuestra economía. Con su extraordinario sacrificio hacen posible la prosperidad de los demás. Pero muchos empiezan a cobrar conciencia de que los demás tendemos a ignorar su abnegación y las estrecheces y el sufrimiento que para ellos y sus familiares implica el trabajar duro por sueldos de miseria, sin la debida consideración de sus empleadores.

Como consecuencia, en los últimos meses y semanas se han producido protestas laborales de enfermeros, trabajadores de supermercados, empleados universitarios, trabajadores de Starbucks y Amazon, maestros, pilotos de la aerolínea South West e incluso escritores de Hollywood. No todos los protestantes ganan lo mismo ni sufren los mismos niveles de maltrato y negligencia. Pero todos en esencia reclaman sueldos de supervivencia y beneficios que les permitan a ellos y a sus dependientes vivir con dignidad.

Líderes profesionales o espontáneos de estos trabajadores – uno de los líderes laborales de Starbucks tiene apenas 19 años - esperaron a propósito hasta la mitad del término presidencial de Joe Biden. Querían darle la oportunidad de cumplir promesas electorales que él y otros demócratas les hicieron a los trabajadores. Biden ha cumplido algunas, pero otras no. Por ejemplo, ha fortalecido el mercado laboral y creado millones de empleos. Pero no ha conseguido los votos en el Congreso para el ‘collective bargaining”, es decir, para facilitar que los trabajadores formen o se integren a sindicatos, algo que prometió cuando, siendo aun aspirante a la Casa Blanca, dijo que sería el presidente más pro sindical en la historia de la nación.

Ahora los activistas piensan que deben acelerar las protestas antes de que se intensifique la campaña presidencial y pueda regresar a la Casa Blanca un conservador menos sensible a las necesidades de los trabajadores. Estas se hicieron patentes durante la pandemia, cuando cientos de miles de trabajadores esenciales – en los sectores de la salud, servicios, limpieza y agricultura – se enfermaron de covid sin recibir atención ni compensaciones adecuadas. Muchos fallecieron porque no recibieron ni las protecciones ni el cuidado médico que necesitaban.

Las corporaciones y empresas suelen fortalecerse cuando tratan con decoro a sus empleados y comparten con ellos sus logros y riquezas. Es lo que enseñan las universidades estadounidenses en sus facultades de administración empresarial y de negocios. Muchos empleadores así lo entienden e incorporan reglas de conducta hacia los trabajadores que aplican los departamentos de recursos humanos. Pero también abundan las empresas que ignoran esta realidad y usan viejos esquemas de abuso y explotación laboral.

Quienes así actúan a menudo se salen con la suya porque nadie les hace responsables de su conducta abusadora. “Casi todas las personas influyentes en este país”, escribe Emily Guendelsberger en su reciente obra On the Clock, “independientemente de su filiación politica, se hallan increíblemente aislados de cuán miserable y deshumanizante se ha vuelto la experiencia diaria del trabajo durante las últimas dos décadas”.

Pero no tiene que ser así. El país clama por un diálogo amplio sobre la necesidad de mejorar a millones de trabajadores que realizan un aporte fundamental a la economía nacional y al bienestar del resto de los ciudadanos. Las actuales protestas laborales son una forma desesperada de reclamar ese diálogo. De él debería surgir una estrategia inteligente y visionaria para mejorar las condiciones de los trabajadores, pagándoles sueldos de supervivencia, satisfaciendo sus necesidades sanitarias y promoviéndoles según los méritos de su trabajo.

La alternativa es el punto de ruptura – el breaking point – que ya anuncian las protestas que estamos presenciando.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

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