null: nullpx

Matar por ver gente caer

"La más reciente modalidad de violencia homicida con armas tiene que ver con propietarios de viviendas, negocios y autos que disparan sus armas a personas que por error o ingenuidad se acercan a sus propiedades. Inocentes, en cualquier caso. Primero las matan como a perros callejeros. Luego ni siquiera preguntan quiénes eran o por qué se les acercaron".
Opinión
Director de Integración de Redes y Multiplataformas y Redactor Jefe de Televisa Univision.
2023-05-01T19:31:22-04:00
Comparte
Default image alt
"La cultura de las armas es hoy uno de los factores que más nos dividen". Crédito: Jeff Amy/AP

Lejos de atenuarse, la brutal cultura de las armas que padecemos quienes vivimos en Estados Unidos se está intensificando. Van surgiendo nuevas o renovadas modalidades de ataques mortales con armas de fuego. Nadie sabe a ciencia cierta a dónde irá a parar la escabechina generalizada, aunque todos sabemos qué la provoca y cómo la ejecutan sus demenciales protagonistas y quienes en definitiva los alientan, que son los fabricantes y vendedores de armas y sus aliados políticos que antes pertenecían a los dos grandes partidos del país y ahora militan principalmente en el Partido Republicano.

La más reciente modalidad de violencia homicida con armas tiene que ver con propietarios de viviendas, negocios y autos que disparan sus armas a personas que por error o ingenuidad se acercan a sus propiedades. Inocentes, en cualquier caso. Primero las matan como a perros callejeros. Luego ni siquiera preguntan quiénes eran o por qué se les acercaron. Mas bien corren a ampararse en algunas de las numerosas leyes bárbaras que han adoptado políticos tarambanas con el pretexto de que los ciudadanos nos protejamos de la violencia que ellos mismos fomentan. Hacen la ley y la trampa. Y van poblando nuestro mapa existencial de homicidas en potencia o reales, que amenazan o se cobran las vidas de quienes no tienen edad o estómago para sumarse a la cultura sangrienta de las armas. Pistoleros que matan para ver gente caer.

Un hombre hirió a balazos a Ralph Yarl, de 16 años, cuando el joven se equivocó de dirección y tocó el timbre de la puerta de su apartamento en Kansas City, Missouri. Otro homicida armado mató a Kaylin Gillis, de 20 años, cuando ella entró por error con su auto a un estacionamiento de su casa en Nueva York. Un tercer pistolero hirió a balazos a las animadoras adolescentes Payton Washington y Heather Roth cuando esta última trató de ingresar a un auto similar al suyo en Eglin, Texas. Y en el sur de la Florida, muy cerca de donde vivo, un hombre hispano abrió fuego sobre Waldes Thomas y Diamond Darville cuando estos llevaron una orden de comestibles a la dirección errónea. Milagrosamente las dos víctimas resultaron ilesas. Y las autoridades, paralizadas por leyes que protegen a los usuarios de armas, se niegan a procesar al tirador.

En un país o en una sociedad medianamente cuerda, estos incidentes no se ventilarían a balazos. Pero la nuestra no es una sociedad cuerda. Mas bien sufre de una creciente paranoia estimulada por las divisiones políticas, sociales y étnicas. Como resultado, muchas personas creen que pueden vender, comprar y usar armas de fuego con absoluta impunidad gracias a las leyes permisivas sobre armamentos y autodefensa, como las llamadas “stand your ground laws” y “castle doctrine laws”. Sus inseguridades las hacen cada vez más agresivas y ponen automáticamente en desventaja a quienes nos negamos a participar en la sicosis de las armas.

Aprovechando este clima maniaco, los fabricantes y comerciantes de armas venden sus letales productos como pan caliente. En un país de 332 millones de habitantes, han colocado más de 400 millones de pistolas, revólveres y rifles en manos privadas. Se valen de los temores que muchos sienten hacia vecinos y extraños para convencerles, con argumentos que no resisten un análisis serio, de que tienen derecho constitucional a adquirir armas y de que estas son el único recurso del que disponen para protegerse de delincuentes y violentos.

Lo del derecho constitucional se basa en una interpretación anacrónica de la Segunda Enmienda, aprobada en 1791, cuando los estadounidenses necesitaban estar armados para protegerse de invasores extranjeros e indios nativos que reclamaban sus tierras a la fuerza. Y recientes estudios académicos han arrojado serias dudas sobre la necesidad de las armas de fuego para defender bienes o personas. (Ver, por ejemplo, la serie de informes titulados “Gun Threats and Self-Defense Gun Use” del Harvard Injury Control Research Center; y “Do Guns Make us Safer? Science suggests No” de T. H. Chan, School of Public Health, Harvard, 2016).

La cultura de las armas es hoy uno de los factores que más nos dividen. Por un lado, están sus practicantes, obstinadamente convencidos de que solo pistolas y rifles les protegen de los peligros a los que temen. Por el otro, estamos sus víctimas potenciales, que sabemos que una persona armada fácilmente puede canalizar sus reveses y frustraciones en la vida – que suelen ser muchos - haciéndonos papilla a balazos. Puestos a escoger, prefiero seguir siendo una víctima potencial a sucumbir a la manía criminal de las armas.

Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.

Comparte