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Trasplante de órganos

Prefería morir antes que recibir el trasplante de corazón que terminó salvándole la vida: no es el único

Calificar para la lista de trasplantes de órganos en EEUU y que te ofrezcan uno es un privilegio que gran cantidad de pacientes no tienen. Pero con frecuencia la desinformación y el temor frenan a muchos hispanos como José Rodríguez. Esta es su historia.
Publicado 1 Feb 2022 – 11:05 AM EST | Actualizado 1 Feb 2022 – 11:05 AM EST
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Calificar para recibir un trasplante de corazón es una oportunidad de oro que muchos pacientes con insuficiencia cardiaca no tienen pues hay rigurosos criterios de elegibilidad, pero cuando su médico lo ofreció a José Rodríguez su respuesta fue categórica: un rotundo no.

Prefería morir antes que someterse a ese procedimiento, algo que muchos cardiólogos como Johanna Contreras, especialista en trasplantes del corazón en del Mount Sinai de Nueva York escuchan, particularmente de pacientes hispanos que además tienen riesgo elevado de sufrir enfermedades del corazón e insuficiencia cardiaca.

“Les dices: ‘No vas a sobrevivir con el corazón que tienes y, una vez que comienza a fallar genera complicaciones en otros órganos’, y dicen que no. Que no quieren nada”, comenta a Univision Noticias.

Mitos sobre el trasplante de corazón inhiben a muchos

Muchas de las razones de los hispanos para rechazar el trasplante se basan en falsas creencias. “ Asocian el corazón con el alma y los sentimientos, pero es un órgano como cualquier otro. También suelen creer que se trata de un proceso experimental cuando no es así: se hacen muchos trasplantes de corazón cada año en EEUU”, explica Contreras.

Fue lo que ocurrió con Rodríguez, quien a sus cuarenta años, empezó a tener dificultades para respirar e hinchazón en las extremidades, síntomas que inicialmente intentó desestimar atribuyéndolos a causas menores, lo que empeoró progresivamente su condición. Algo que, según la cardióloga, también ocurre con frecuencia a los hispanos.

Cuando finalmente consultó al hospital no pudo creer el diagnóstico: su corazón se había agrandado demasiado como consecuencia de una miocardiopatía dilatada, posiblemente congénita.

Necesitaba otro.

Pero la idea de recibir un trasplante era simplemente inconcebible para él.

“Desde el comienzo me hablaron del trasplante, pero yo lo rechazaba y decía que no. Eso no es para mí. Prefería morirme antes que someterme a uno”, cuenta Rodríguez.

A los pocos años terminó de nuevo en una camilla del hospital, ya prácticamente sin poder caminar o respirar. “Siempre estaba asfixiado y demasiado hinchado”.

De no acceder al trasplante de corazón, no sobreviviría. Pero su condición era tan grave, que incluso para llegar a él era necesario que le pusieran una máquina que ayudara a su corazón a bombear la sangre.

“No había tiempo para esperar por un trasplante, no iba a sobrevivir”, explica la cardióloga del hospital Mount Sinai en Nueva York, Johanna Contreras.

Vivir conectado a una bomba mecánica del corazón

La mera idea de estar conectado a ese dispositivo de asistencia ventricular conocido como LVAD por sus siglas en inglés, también le inquietaba a José quien se negó a ese otro procedimiento.

“No quería ponerme esa bomba. Era un pedazo de plástico con metal. pensaba: ¿Cómo me van a poner esto dentro? No quería estar enchufado a esa cantidad de cables. Me negué hasta el último momento hasta que el médico me dijo: ‘José si no te pones esto, te vas a ir en seguida’. Me tuvieron que asustar de verdad”, cuenta.

Finalmente, Rodríguez accedió y se dio cuenta de que por más intimidante que resulte la idea de vivir conectado a estas bombas mecánicas del corazón, en la práctica permiten recuperar gran parte de la vitalidad perdida.

De hecho, son una solución permanente para pacientes no elegibles a un trasplante, quienes viven con ellas durante décadas.
Conectado a su LVAD día y noche, José recordó lo que era caminar sin constantemente asfixiarse y lograron estabilizar su condición hasta que hubiera un corazón disponible para él.

Mueren antes de que aparezca un corazón compatible

Si bien para muchos pacientes la espera a que haya un órgano disponible se hace interminable, en el caso de Rodríguez no fue así.
Recibió la llamada con una mezcla de asombro y terror.

Me dijeron que habían encontrado un corazón para mí. En ese momento estaba solo en mi casa y fue un shock. Me puse a llorar. Pero en 24 horas ya me habían hecho el trasplante”.

No todos los pacientes tienen esa oportunidad de vida.

Urgencia médica, compatibilidad, tipo de sangre, altura, peso, salud, distancia del hospital y tamaño del órgano son algunos de los factores que determinan la asignación de un órgano a un paciente.

El corazón debe provenir de alguien con muerte cerebral en soporte vital, estar en condiciones normales sin enfermedades y ser lo más similar posible al del recipiente.

En el caso de José, su estado de gravedad, edad y tipo de sangre -menos común- jugaron a favor. Lo único que sabe acerca de su donante es la edad (30 años).

Algunas personas ni siquiera tienen la opción de entrar en la lista de espera, pues hay factores que las descalifican (existencia de comorbilidades, severidad, edad avanzada y otras), como le ocurrió al paciente que, desesperado y prácticamente desahuciado, accedió a recibir el primer trasplante experimental de corazón de un cerdo a un humano.

Rechazar un trasplante de órgano al que se es elegible no es una decisión que deba tomarse a la ligera.

Educar al paciente ayuda a que entienda las repercusiones de esa decisión y también a aclarar falsas creencias que hay en torno a estos procedimientos médicos.

El trasplante de corazón te va a matar: otro mito

Entre los temores de Rodríguez estaba el no sobrevivir a la cirugía. “Temía no salir del quirófano”.

“Ese es otro mito que existe: el de que el trasplante te va a matar”, comenta la cardióloga Johanna Contreras.

Aunque naturalmente los trasplantes de corazón conllevan riesgos, 85% de los pacientes que se someten a un trasplante de corazón viven al menos un año después del procedimiento -que es considerado el más crítico-. Si lo superan, la supervivencia media es de 14 años.


De por vida deberán tomar medicamentos inmunosupresores que eviten que el organismo rechace el nuevo órgano, uno de los principales riesgos de los trasplantes. También someterse a un riguroso seguimiento médico que implica revisiones periódicas.

El procedimiento puede durar entre cuatro y siete o más horas. Se hace una incisión en el esternón y se conecta al paciente a una máquina de circulación extracorpórea que hace el trabajo del corazón y los pulmones para suministrar sangre y oxígeno al cuerpo, mientras se retira el órgano dañado y se reemplaza por el nuevo.

A las dos semanas del trasplante ya Rodriguez estaba de vuelta casa y, al cabo de dos meses, en el trabajo.

Hoy, casi un año después, es otra persona y hasta ha adquirido nuevos hábitos que atribuye a rasgos de su donante. “Antes era desordenado, ahora soy organizado y meticuloso. También me gustan cosas nuevas de comer y me la paso comprando cosas, algo que no hacía antes”, cuenta a Univision Noticias.

Ahora solo se arrepiente de no haber accedido al trasplante de corazón años atrás. “Si hubiera sabido que todo iba a salir tan bien como salió hubiera optado por la operación mucho antes”, admite.

Está consciente de lo afortunado que es: “No todo el mundo tiene la suerte de conseguir un ‘órgano. Estoy agradecido con mi héroe. Me dio un regalo de vida. No conozco a su familia, pero quiero escribirles una carta y conocerlos si aceptan y darles la oportunidad de escuchar el corazón latir y que sepan que su hijo vive en mí y que voy a cuidar ese corazón”.

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