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Coronavirus

"Nos decían ilegales y ahora somos esenciales": los inmigrantes del campo alimentaron a EEUU sin tregua por la pandemia

En este reporte especial recorremos los campos del sur de Florida para mostrar los rostros de los trabajadores a los que la crisis del coronavirus no ha amilanado. Miles de inmigrantes recolectan cada día vegetales a pesar del temor a contagiarse para poder llevar un sustento a sus casas. Y los agricultores luchan por permanecer a flote ante el inédito golpe económico.
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HOMESTEAD, Florida.- Son las 6:00 de la mañana y unas pequeñas luces se mueven como luciérnagas entre los surcos de un campo de ocra. Dentro de los angostos laberintos, decenas de trabajadores buscan entre las hojas de los pequeños arbustos los cultivos que estén en su punto exacto de cosecha: ocras de unos 3 centímetros de largo que, si pasa un día más, serán rechazadas en el punto de venta.

Cubiertos de pies a cabeza y con una cubeta a cuestas van agachados 'piscando' o cosechando con precisión. Así lo han hecho cada día de la pandemia del coronavirus, venciendo el temor de llevar la enfermedad a casa o no tener cómo pagar sus gastos médicos si llegan a contagiarse. Son cerca de 13,000 inmigrantes los que trabajan en estos campos del pueblo agrícola de Homestead, en el sur de Florida, en su mayoría indocumentados para los que ausentarse al trabajo no es una opción.

Colocar un plato con vegetales en las mesas de Estados Unidos significa poner también uno sobre sus mesas.

"A pesar del miedo y la pandemia, estamos aquí, no hemos fallado ni un día", cuenta Blanca Rivas mientras supervisa los trabajos en los campos de Sifuentes Farms y reparte las cajas de madera que son llenadas de las ocras tiernas y verdes. "Estamos aquí levantando vegetales, recogiendo las cosechas para que cualquier persona tenga un plato de comida en su casa (...) sin saber qué pasará mañana", relata Blanca, una guatemalteca que lleva casi cuatro décadas en Estados Unidos. Siempre en los cultivos de Homestead.

"Si no trabajamos, no vamos a tener dinero para que nuestros hijos coman", acota.


El golpe de la pandemia del covid-19 comenzó a sentirse con más fuerza en el país a mediados de marzo. Repuntaron los contagios y arreció el temor a que colapsara el sistema de salud y hubiese personas que simplemente no pudiesen ser atendidas en los hospitales. Para muchos de los trabajadores de los campos de Homestead, esa ha sido su realidad desde que pisaron suelo estadounidense, no poder ir a un médico si se enferman porque carecen de un seguro de salud.

Por eso su nerviosismo iba más en esos días por la posibilidad de quedarse sin dinero para sostener a sus familias, más aún cuando fueron excluidos de la ayuda federal por la crisis, contaron al menos una decena de trabajadores en un recorrido hecho por Univision Noticias en esos campos.

Ni huracanes ni tormentas, como nunca antes una amenaza de la que poco se conocía acechaba sus trabajos en este pueblo agrícola que ayuda a que Florida sea el tercer proveedor de vegetales y frutas de Estados Unidos. Allí se plantan cultivos tan diversos –desde ocra y berenjena hasta calabaza y lychee– que los productores suelen requerir mano de obra casi todo el año.

"Tengo miedo, pero tengo que trabajar. Porque si voy a estar en la casa nadie nos va a mantener. Nosotros necesitamos dinero para pagar la renta... para todo", cuenta Teresa, una mexicana con 17 años en Estados Unidos, más de una década en la que no ha podido regularizar su estatus en el país, como ocurre con muchos de los agricultores de Homestead.

Teresita, como le llaman de cariño en el campo, se divide con su esposo los surcos en los que cosechan ocra. En tiempos normales, trabajar en pareja les ayuda a recolectar el vegetal con celeridad y tener unas 20 o 30 cajas al día. Mientras más cajas apilan una sobre otra colmadas de ocras, más dinero reciben por su labor. Pero ante una situación inédita como en esta pandemia, no poder cosechar representa que sus ingresos, ya de por sí bajos, se secan por completo.

El campo sufre el golpe: "No había manera de vender la cosecha"

Y eso fue lo que pasó en muchos campos de Homestead al arreciar la propagación del coronavirus. Rebozaban de cultivos que nadie podía comprar.

"Tuvimos un impacto muy fuerte las primeras dos semanas, se cerró Nueva York y no pudimos exportar los productos, hacerlos llegar a su destino, y tuvimos que eliminar muchos campos que no habíamos todavía cosechado", explica Pedro Sifuentes, dueño junto con su hermano de la compañía que lleva su apellido.

"No había manera de vender la cosecha. Hemos dejado la cantidad de terreno o de producción de acuerdo con lo que se va pudiendo vender en el mercado", abunda.


No había camioneros que manejaran sus vehículos con su ocra hasta Nueva York, el principal destino de sus cultivos y el estado que por lejos ha sido el más afectado por la pandemia. Cerraron las empresas mayoristas y los restaurantes y, con el paso de los días, lo cosechado fue abarrotando las neveras de Sifuentes Farms. Luego, todo ello se perdió. La decisión inmediata fue reducir su producción en un 60%, lo que tuvo un efecto dominó en sus ingresos.

"Lo que hicimos fue pasar picadora y eliminar los campos al 100%. Bajó el trabajo un poquito para todos los trabajadores y fue como volver a empezar, graduando la producción", agrega Pedro, quien arribó al país en 1999 desde México y tras años de 'piscar' logró cultivar unos 1,400 acres propios que hoy observa con satisfacción.

Fue en ese momento cuando el campo y sus trabajadores comenzaron a sufrir el golpe. Menos ocra que recoger, menos cajas por las que cobrar y menos dinero para sus bolsillos. Aunque corrieron con la suerte de no quedarse completamente sin trabajo, como pasó con otros a los que sus 'rancheros' simplemente les dijeron que ya no había nada que hacer en los campos.


La crisis llevará a que los agricultores de Florida pierdan unos $522 millones de dólares este año, estima el gobierno estatal. Pero, para Pedro, todo se reduce a sobrellevar el azote.

"En este momento ya no estamos tan preocupados de hacer mucha ganancia, ya nomás de que sobreviva el negocio y que tengamos suficiente para los trabajadores, con la fe de que, empezando octubre, noviembre haya una vacuna y todo pueda ser normal como antes", dice sobre una posibilidad que sigue siendo lejana.

Hasta ahora, cuando la curva de contagios en el país ha comenzado a bajar en medio de una negra cifra de más de 100,000 fallecidos a causa del covid-19, en los campos de Homestead no se ha reportado ningún brote entre los agricultores. Hasta el 23 de mayo había 990 casos confirmados de la enfermedad en esa ciudad, de acuerdo con datos oficiales. El miedo, sin embargo, sigue latente.

La angustia de los desempleados: "Debo la renta, la luz... todo"

A Melda Velázquez no le tocó la suerte de los trabajadores de los campos de Pedro Sifuentes. Ni bien el coronavirus fue declarado una pandemia fue cesada de los cultivos donde 'piscaba' guayabas. Lo que ya era una precaria situación económica en el hogar de esta guatemalteca indocumentada con 10 hijos se tornó en una tremenda angustia.

"Soy una madre soltera, ando luchando para sacar a mis niños adelante, pero ahorita con todo lo que pasó me quedé sin trabajo. Debo la renta, debo la luz, debo todo...", relata Melda con una preocupación que se convierte en llanto. Su factura de electricidad ya se empina sobre los $1,000 y lo que debe del arriendo se acerca a los $2,000.


Sus días transcurren ahora en estar prácticamente encerrada en su casa con sus 10 hijos, sus tres nietos y su nuera. En las tardes prepara un plato abundante, como huevos con salchichas, que dé para todos y, como son tantos, los coloca a comer parados frente a la mesa. El día en que Univision Noticias conversó con ella, había salido a pedir ayuda a la Organización Campesina de Florida, que ha estado recogiendo y entregando ayuda entre los trabajadores que la necesiten: comida, ropa, mascarillas...

El gobierno "ayudó a toda la gente que dicen que tienen documentos de aquí y a nosotros no nos quisieron ayudar porque somos inmigrantes. Pero todos somos iguales, el que no tengamos papeles (no debería importar) (...) Tenemos nuestros hijos de aquí, ellos son nacidos aquí y ellos tienen derecho a la ayuda", lamenta con un rostro cansado que la hace lucir mayor que sus 35 años.

Esa ayuda de la que habla es el masivo paquete de $2.2 billones aprobado en el Congreso del que fueron excluidos unos 5 millones de niños, en su mayoría ciudadanos, e inmigrantes indocumentados que en 2015 declararon unos $13,700 millones en impuestos netos al Servicio de Rentas Internas (IRS, en inglés) usando un Número de Identificación Personal de Contribuyente (o ITIN), de acuerdo con cifras del Center for American Progress.

Melda pudo haber recibido, por ejemplo, un 'cheque' de $1,200 y otro de $500 por cada hijo. Sin embargo, no fue elegible porque no cuenta con un número de Seguro Social válido como estipula la ley que dio luz verde a las ayudas mientras millones de personas perdían sus trabajos en una debacle sin precedentes en el mercado laboral del país.

Una frustrante paradoja que volvió a desnudar la situación de los migrantes indocumentados en Estados Unidos.

"Antes nos decían ilegales y ahora somos esenciales. Con esto, ¿quiénes son los que están trabajando? Solo mira a tu alrededor para que veas quiénes son los que están trabajando", dice Claudia González, organizadora de la Asociación Campesina de Florida.

Una ayuda económica ajena a ellos

En casa de Blanca Marín la pandemia también esfumó los trabajos del hogar. Ella, una inmigrante guatemalteca con tres niñas, comparte el enojo por no haber recibido ayuda a pesar de haber declarado religiosamente sus impuestos desde que hace cinco año cruzó "a la brava" a Estados Unidos.

Fue despedida del vivero donde trabajaba. Su esposo también se quedó sin empleo. Ella comenzó a coser mascarillas y él improvisó un car wash para írselas arreglando hasta que ceda la pandemia. Hasta ahora la estrategia ha dado resultados y han logrado cubrir parte de sus gastos.

Con dos pequeñas que cuidar en casa porque las escuelas y centros de infantes cerraron con la crisis, Blanca desempolvó una máquina de coser, buscó ilustraciones de cómo coser mascarillas y puso manos a la obra. Ya las cose en minutos con destreza sobre dónde dar las puntadas adecuadamente.

"Nos sentimos un poco tristes, defraudados, porque nosotros somos las personas que estamos en enero sacando la cita para hacer los taxes (impuestos). Desde que vine me dijeron tienes que hacer los taxes, yo venía sin saber y pregunté el porqué: "Es que eso es lo que te va ayudar", relata que le respondieron.


Claudia, de la organización campesina, explica que dinero para el pago de los servicios básicos es el tipo de auxilio inmediato que más le han pedido en Homestead estos trabajadores catalogados por los gobiernos federal y estatales como esenciales. Esto para que no se rompiera del todo la cadena de alimentos durante la contingencia.

"Nosotros, los indocumentados, somos los que andamos así agachados (cosechando)", dice Sofía Santiago, una trabajadora de los campos de ocra, un arbusto que comienza a producir desde que está casi pegado al suelo. "Cuando uno llega a la casa ni ir al baño puede por el dolor de espalda. Y al otro día es volver a lo mismo", describe Sofía, una migrante mexicana mientras 'piscaba' junto a su hijo recién graduado de secundaria.

Pero a Sofía el cansancio no la amilana.

"Por necesidad uno hace cualquier tipo de trabajo que haya. Uno está contento cuando hay porque ahí va uno ganando para los billes (facturas), para la comida, para cualquier cosa que hace falta en la casa también", dice agradecida como prometiendo permanecer siempre al pie del cañón.

El recorrido por los campos, en fotos:

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