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Salud Mental

Cómo este lunes demostró que se puede vivir sin redes sociales (y por qué eso es bueno)

El apagón que afectó el lunes a Facebook, Instagram y WhatsApp nos permitió vivir durante unas horas sin las principales redes sociales. Un experimento que permite intuir el alivio que quizás supondría volver a habitar un mundo sin ellas.
6 Oct 2021 – 09:19 AM EDT
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En lugar de la avalancha habitual de mensajes de WhatsApp en mi celular, el lunes se presentó inusualmente tranquilo. No eché en falta Facebook ni Instagram porque, siguiendo mis propias recomendaciones, hace tiempo que reduje drásticamente su uso. Pero el apagón me pilló en medio de varias clases en la universidad y me encontré con alumnos atentos y despejados, en lugar de ‘zombies’ encorvados hacia sus teléfonos, que viene a ser lo más frecuente.

Es verdad que se trató de un apagón un tanto descafeinado. La caída del grupo Facebook no significa el final de las redes sociales; los usuarios se mudaron a otros servicios como TikTok y Twitter, y otras apps de mensajería como Telegram, Signal continuaron funcionando sin problemas.

Pero la caída global coincidió con un momento muy particular: Facebook está sometida estos días a un escrutinio público a raíz de las declaraciones de una exempleada que ha denunciado que es un peligro para los niños y la democracia.

“Me uní a Facebook porque creo que tiene el potencial de sacar lo mejor de nosotros, pero estoy aquí hoy porque creo que los productos de Facebook dañan a los niños, avivan la división y debilitan nuestra democracia. Los líderes de la empresa saben cómo hacer que Facebook e Instagram sean más seguros, pero no emprenderán los cambios necesarios porque han puesto sus ganancias astronómicas antes que las personas", dijo Frances Haugen, exempleada de Facebook, en una comparecencia ante el Senado. "Facebook se ha dado cuenta de que si cambia sus algoritmos para que sea más seguro, la gente pasará menos tiempo en el sitio, hará clic en menos anuncios, ganará menos dinero", añadió Haugen.

Tan adictivas como la heroína

Las declaraciones de Haugen y la publicación hace unos días de un reporte interno que pone de manifiesto que el gigante tecnológico estaba muy al tanto de los peligros mentales a los que están expuestos los adolescentes en Instagram cayeron como una bomba, pero no son nada nuevo. Los investigadores llevan años documentando lo perjudicial que es Instagran en lo que respecta a la imagen corporal. Varios de sus propios creadores mostraron su espanto tiempo atrás, y alguno llegó a comparar las redes sociales con la heroína, de puro adictivas.

Sean Parker, uno de los fundadores de Facebook, dijo ya a finales de 2017 que “ solo Dios sabe lo que Facebook está haciendo al cerebro de nuestros hijos”.

Parker, que fue el primer presidente de Facebook, confesó que todos en esta plataforma eran conscientes desde el principio de que estaban creando algo adictivo, que se aprovechaba de una vulnerabilidad en la psicología humana. “Literalmente cambia tu relación con la sociedad. Probablemente interfiere con la productividad de maneras extrañas”, dijo.


Como una plaga de langostas

Más recientemente, en verano, un grupo de expertos dijo que las redes sociales suponían “ un peligro para la humanidad” que, como las langostas, devoran todo lo que encuentran a su paso.

Estos expertos dijeron en un artículo escrito conjuntamente que, mientras hay cada vez más conciencia de cómo afectan las redes sociales a la salud mental de los individuos, y especialmente a los más jóvenes (como denunciaba la exempleada Haugen estos días), todavía no ha adquirido fuerza la discusión pública sobre los gigantescos cambios estructurales que están produciendo. Los autores pedían que se trate el estudio del impacto a gran escala de la tecnología en la sociedad como una “disciplina de crisis”, tal y como se hace con, por ejemplo, el cambio climático.

¿Estaban exagerando estos expertos tan apocalípticos? Quizá tengan que producirse más macroapagones para que nos demos cuenta de que un mundo sin redes sociales, o con redes sociales responsables, amables y mesuradas (que sería lo ideal) es posible. Y que ese secuestrador de la atención que es el celular (lo tocamos unas 2,600 veces al día, según algunos cálculos) nos roba tiempo valioso, irrecuperable con nuestros hijos, seres queridos o paisajes hermosos que buscamos fotografiar y compartir en lugar de disfrutar.

Los investigadores llevan años documentando aspectos como los que exponemos más abajo. Por motivos como estos, a los que se suman las investigaciones sobre lo perjudicial que es Instagram para las adolescentes, merece la pena aplaudir la posibilidad de otro apagón global que, a ser posible, dure más:

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