Llevan años sin saber de ellos, pero las madres de los migrantes ecuatorianos que desaparecieron en su camino a Estados Unidos no quieren pensar que sus hijos han muerto. Algunas han sido estafadas por coyotes, que les dijeron que sus hijos estaban detenidos o habían sido vendidos a la guerrilla, a otras les aseguraron que fallecieron, pero, sin cuerpo al que velar, todas mantienen la esperanza de que un día regresen.